miércoles, 3 de julio de 2013

ESPECIALES: EL PEQUEÑO QUIBDÓ: DESPLAZADOS QUE LUCHAN CONTRA EL OLVIDO EN CIUDAD BOLIVAR

ESPECIALES
EL PEQUEÑO QUIBDÓ:
DESPLAZADOS QUE LUCHAN CONTRA EL OLVIDO EN CIUDAD BOLIVAR
Por: Álvaro Fredy Acevedo Ávila
Gladys Aguirre León
INTRODUCCIÓN
En la década del noventa Colombia experimentó una violenta escalada del conflicto armado que vive desde hace más de cincuenta años, lo que generó el desplazamiento masivo de miles de ciudadanos. Uno de los departamentos más afectados fue el Chocó donde los pobladores fueron despojados de sus tierras y debieron huir a las grandes ciudades para salvarse.
Bogotá es receptora de la población desplazada, en las goteras de la ciudad se acomodó la población afro que mediante un complejo proceso de adaptación al nuevo medio, reaccionó para no dejar perder lo que aún les quedaba, la identidad cultural.
El conjunto de bienes y formas culturales tradicionales que hacen parte de la tradición de los chocoanos es la materia prima de esta comunidad que defiende desde el barrio El oasis, en la localidad de Ciudad Bolívar en el suroccidente de la ciudad, sus saberes ancestrales, para ellos un antídoto contra el desarraigo.

García (2004) sostiene que “ el arte popular no es una colección de objetos, ni la ideología subalterna de un sistema de ideas, ni las costumbres de los repertorios fijos de prácticas: todos son dramatizaciones dinámicas de la experiencia colectiva”.
Uno de los aspectos más importantes de esta experiencia sociocultural es el consciente colectivo. Actúan en bloque no sólo en la defensa del folklor aborigen , sino en su concepción de ciudadanos en situación de desplazamiento, el carácter colectivo de sus acciones es un eficaz método para lograr sus objetivos.
Todo esto ocurre mientras viven la incertidumbre de saber si podrán o no regresar a sus lugares de origen.
ANTECEDENTES

tomado de http://www.elmundo.com/portal/noticias/derechos_humanos/desplazamientos_
en_choco_servirian_a_las_farc_para_ejercer_control.php
El departamento del Chocó tiene una larga historia de conflictos que tienen origen en la explotación de los recursos naturales. La guerra por apoderarse de las riquezas se remonta al siglo XVI con la llegada de los españoles que venían en busca de El Dorado o Dabaibe. La población indígena fue torturada para que revelara el secreto del tesoro; después de vencer la resistencia de los nativos, los invasores controlaron las minas de oro. Luego trajeron esclavos de Popayán y Anserma, por ser más resistentes a las difíciles condiciones de la selva húmeda tropical, así llegan los primeros afrocolombianos al Chocó. (Hoyos, 1994, citado en Ramirez, 1996)
Hoy después de cuatro siglos de asentamiento, las comunidades negras enfrentan uno de los momentos más críticos de su historia, pues los intereses económicos asociados a los megaproyectos agroindustriales, sumados a la tradicional explotación minera, amenazan con desterrarlos definitivamente de sus territorios; el desarraigo pone en grave peligro la extinción de su cultura. ( Pastoral Social , 2001).
Aunque desde los años setenta la guerrilla de las FARC ha hecho presencia en el Chocó, sólo a finales de la década de los ochenta y principio de noventa tuvo más notoriedad, lo que coincide con su plan de expansión territorial en todo el país. Pero paradójicamente, son las mismas libertades políticas consagradas en la constitución de 1991, que incluye a las negritudes como grupo étnico, las que serian el detonante de la intensificación del conflicto armado. Amparados en la Ley 70 de 1993, que reconoce a comunidades asentadas en terrenos “baldíos” en la cuenca del pacífico, el derecho a la propiedad colectiva de acuerdo con sus lógicas de producción y establece las garantías para su protección cultural y sus derechos como grupo étnico, varias comunidades del medio Atrato lograron obtener títulos colectivos que les daban el control de más de 70 mil hectáreas, tierras que nunca llegaron a disfrutar porque sus derechos afectaban los intereses de grandes terratenientes, apoyados por el gobierno que buscaba abrir el mercado del pacífico como estrategia para impulsar la apertura comercial en esa región del mundo (Ramos, 2010).
La estrategia militar de las FARC de expandirse y controlar los territorios selváticos del Chocó fue contrarrestada por paramilitares en la zona y por las fuerzas del Estado, que repelían a los dos grupos armados ilegales, lo que provocó un escalonamiento en el conflicto armado, como anota Viviana Ramos (2010). El medio Atrato se convirtió en un territorio en disputa con grandes intereses económicos de fondo, pues el gobierno buscaba crear la condiciones necesarias para favorecer a grandes inversionistas de origen antioqueño y cordobés; quienes realizaron alianzas con el Bloque Helmer Cárdenas de las AUC (Autodefensas Campesinas), comandado por Fredy Rendón, Alias “ El Alemán”, en una empresa criminal para despojar de las tierras a comunidades que habían sido favorecidas por la ley y que eran legítimas propietarias de miles de hectáreas. Acciones que se denomina en este ensayo como la reforma agraria del fusil.
Esta alianza fue develada por una investigación de la Fiscalía General que ordenó capturar a 24 empresarios que habrían protagonizado esta alianza. La amenaza de perder la vida o las tierras provocó el desplazamiento de miles de afrodescendientes e indígenas de la etnia Emberá Katios y Wonan. Unos abandonaron sus territorios desde las riberas de los ríos San Juan, Atrato y Baudó, los que no pudieron remontar el río lo hicieron a través de la selva. Quienes se quedaron defendieron las tierras con la vida y muchos murieron en el intento.(Fiscalía, citada en Caracol Radio, 2010)
1. EL CONFLICTO ARMADO EN EL CHOCÓ
Es por eso que el interés fundamental de éste ensayo se centra en el proceso de los desplazados afrocolombianos que llegaron a las goteras de Bogotá y se agruparon en un asentamiento donde a diario, mediante las prácticas culturales defienden sus costumbres. La música, las danzas, la tradición oral, buscan preservar su identidad ante el temor de perderla en una ciudad multicultural y sobre todo la imposibilidad de retornar a sus lugares de origen.
Producto de lo anterior, se hará un viaje al pequeño Quibdó, como se llamará al barrio El Oasis en Ciudad Bolívar, en el suroccidente de la ciudad donde esta comunidad intenta descifrar a diario una nueva vida lejos de su tierra.
Es así que para entender este largo viaje hay que mirar en retrospectiva el conflicto armado en el Chocó, la principal causa de este éxodo.

tomado de: http://fronterainformativa.wordpress.com/2013/01/16/
El desplazamiento forzado continúa siendo uno de los problemas sociales más grandes del país. Según un estudio reciente de la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento, CODHES, 89.750 personas que integran 17.950 familias fueron desplazadas en el primer semestre del 2011. Muchos de ellos van a las grandes ciudades, siendo Medellín y Bogotá las capitales que más recibieron familias que huyen de la guerra.
Una de las regiones que más ha sufrido los rigores del conflicto armado es la del pacifico, particularmente el Chocó. Desde mediados de la década del noventa, la guerrilla izquierdista de las FARC avanzó con un plan para consolidar su presencia en este Departamento, lo que generó la violenta reacción de grupos paramilitares conformados por mercenarios al mando de Fredy Rendón, Alias “El Alemán”, en asociación con narcotraficantes y poderosos terratenientes de Córdoba y Antioquia, interesados en desarrollar grandes proyectos agroindustriales. La confrontación provocó uno de los desplazamientos masivos más grandes de la población afrocolombiana.
En la guerra entre paramilitares y guerrilleros se presentó el 2 de mayo de 2002 la tragedia de Bojayá, Chocó, allí 78 civiles, entre ellos 48 niños, perdieron la vida cuando la guerrilla de las FARC lanzó un cilindro bomba en el interior de la iglesia del caserío donde se refugiaban. La disputa territorial obligó a la comunidades a dejar sus tierras o a morir en ellas. El éxodo se inició desde el bajo, medio y alto Atrato, donde Alias “El Alemán” adelantó su ofensiva militar. El hambre atacó a las comunidades indígenas pues el conflicto armado rompió los ciclos de cultivo y los dos grupos étnicos terminaron abandonando sus tierras.
Así las cosas, la población desplazada por la violencia viaja al interior del país para buscar refugio y conservar la vida y la dignidad. Bogotá y el Municipio de Soacha son áreas donde se ubican los migrantes, allí se encuentran con otros cientos de colombianos que como ellos vienen huyendo de otras regiones del país donde la violencia armada los obliga a dejar todo atrás ( CODHES, 2007)
Entre tanto los recién llegados del Chocó y las costas del Pacífico enfrentan la condición de desplazados, la pobreza extrema, la adaptación al nuevo clima, sentirse extraños en una ciudad ajena que los lleva a agruparse en un enclave donde van a reinventarse la vida.
Una vez superada la emergencia humanitaria, gracias a la ayuda del gobierno distrital, piensan cómo recuperar lo perdido entonces fundan AFRODES, Asociación de Afro descendientes Desplazados. En adelante una de las grandes preocupaciones es preservar el patrimonio cultural y lo hacen promoviendo entre jóvenes y adultos el folklor de sus ancestros.
Es así como El Oasis se convierte en la réplica de un barrio de Quibdó, punto de encuentro de las negritudes de Ciudad Bolívar, escenario de las fiestas patronales de San Pacho y del día de la afrocolombianidad, el Currulao y las marimbas suenan mientras la comida típica de la región se vende en las calles.
En efecto, García ( 2004) afirma “el folclor está constituido como un conjunto de bienes y formas culturales tradicionales, principalmente de carácter oral y local, siempre inalterables”. Quienes alteran esta dinámica son agentes externos que los desplazados padecen a diario, por eso lanzan su ofensiva cultural.
2. RACISMO Y DESPLAZAMIENTO, DOS FACTORES DE COHESIÓN
El éxodo que se inició en la selva húmeda tropical se traslada al altiplano, el viaje de los desplazados provocado por la violencia, el desarraigo y el abandono de tierras tendrá una incidencia en el deterioro de la identidad cultural. Uno de los primeros problemas que experimentan las personas en situación de desplazamiento cuando llegan a las ciudades receptoras, en este caso Bogotá, es el cambio de clima. Adaptarse a esa nueva condición, es muy difícil. Las bajas temperaturas de las montañas de Ciudad Bolívar es el primer castigo que reciben los recién llegados, adaptarse a una ciudad donde todo es ajeno es un proceso lento y doloroso.

Tomado de: http://enajenacion.wordpress.com/2008/11/26/
y-van-mas-de-3-millones-de-desplazados/
Para los desplazados afrocolombianos la situación es más compleja porque enfrentan una doble discriminación. Una, la condición de desplazados y dos, el color de la piel. Osias Córdoba, Director de AFRODES, Asociación de desplazados del Chocó, dice: “La exclusión de una ciudad racista que ve al desplazado como un problema fue la causa para que nos organizáramos aquí en Ciudad Bolívar, fue la necesidad de mantenernos como grupo, de hacer valer nuestros derechos en forma colectiva lo que nos obligó a unirnos en un lugar donde nadie nos discriminara ni por ser negros, ni por ser desplazados” (AFRODES, 2010)
El estudio sobre desplazamiento forzado en Bogotá y Soacha, realizado por la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento CODHES, la Pastoral para la Movilidad Humana de la Arquidiócesis de Bogotá con el apoyo del Centro de Atención al Migrante (CAMIG) indica que en los últimos siete años, alrededor de cien mil personas salieron de manera forzada de varias regiones del país y llegaron a la capital del país en busca de refugio, el 6% de esa población desplazada provenía del Departamento del Chocó (CODHES, 2007).
El estudio asegura que las personas desplazadas hacia Bogotá y Soacha enfrentan situaciones traumáticas no resueltas como consecuencia de: 1) Violencia que provoca la salida forzada, 2) la sensación de inseguridad e impotencia que representa el desplazamiento, 3) las profundas rupturas del núcleo familiar y del entorno social que causa el desarraigo y 4) la discriminación y estigmatización que impone la condición de foráneos en su propio país.(CODHES,2007, p. 91)
Los desplazados se sienten extraños en las grandes urbes. Afrontan con dificultad la adaptación a esas nuevas costumbres, a una nueva alimentación, a una ciudad impersonal que los margina.
Para entender mejor la situación que vive este grupo humano vale la pena mirar en detalle la situación. En primer lugar la violencia que provocó la salida del lugar de origen es vista por ellos como una tragedia, una ruptura en la historia de sus vidas que provocó en muchos casos la desintegración de las familias. No hay que olvidar que, muchos de los migrantes, son sobrevivientes de masacres en las que gran parte de los miembros del grupo familiar fueron asesinados. Para ellos, el dilema parte desde momento en que tomaron la decisión de abandonar las tierras que les proporcionaban medios de subsistencia para salvar la vida. En el caso del Chocó, muchos de los ciclos de cultivo se perdieron desde antes del desplazamiento, pues los grupos armados ya los habían obligado a marcharse alejándolos de fuentes de alimentación y autoabastecimiento.
La sensación de inseguridad que provoca el desplazamiento se puede analizar desde dos puntos de vista. Uno, el exilio forzado en un intento desesperado por salvar la vida y la de sus familias, provocado por la presión de los grupos armados; y dos, el enfrentarse a la delincuencia común, los problemas de drogas y lo peor, a un desplazamiento interno, de nuevo por influencia de grupos armados en los barrios periféricos donde se asienta la mayor parte de los recién llegados.
Otro aspecto es la ruptura del núcleo familiar, según Rozo (2000) “La pérdida del referente masculino en cuanto a figura de autoridad que aporta buena parte de los recursos económicos para el sustento diario, algunas pautas de crianza y elementos de apoyo y seguridad para la familia”, es un hecho que marca negativamente la estabilidad emocional de la familia.
Para los hombres es más difícil recuperarse de esta situación porque la condición de campesino rudo no le permite exteriorizar sentimientos con facilidad, lo que le impide buscar ayuda psicosocial. Por otra parte, el factor económico se convierte en una gran preocupación ya que como proveedor del hogar, la imposibilidad de conseguir recursos para satisfacer necesidades básicas, como la alimentación, en una ciudad donde todo cuesta mina su autoestima.
Y finalmente, la estigmatización y discriminación que les impide socializar y compartir sin prevenciones, como lo hacían en sus lugares de origen y que les obliga a asentarse en sectores marginales de la ciudad. Cuenta O. Quejada (comunicación personal, 20 de octubre 2012) que desde que llegaron a principios de los años 90 a Ciudad Bolívar, década en la cual se desarrolló la más violenta ofensiva entre paramilitares y guerrilleros, todos los desplazados del Chocó se encontraron en este lugar del sur de la Bogotá, sector marginal donde se acomodaron como pudieron, muchos en zonas de riesgo y de precarias condiciones para vivir.
Según el estudio de CODHES (2007), en los últimos diez años los departamentos que más produjeron personas desplazadas fueron Tolima (31%), Cundinamarca (13%), Meta (8%), Huila (6%), Chocó, Caquetá y Caldas (6%), Antioquia (4%), Santander, Guaviare y Bolívar (3%) y Putumayo, Boyacá, Nariño y Casanare (2%). Así las cosas, los desplazados afrocolombianos resultaron siendo una minoría dentro de las minorías y discriminados entre los mismos marginados. Por eso la llegada no fue nada fácil, en la lucha por conseguir recursos se enfrentaban no sólo a colonos blancos del interior sino a los pobres históricos de la ciudad, es decir los que siempre han vivido en ella, que conocen las políticas asistencialistas y tienen experiencia para acceder a los recursos oficiales.
Uno de los problemas de los recién llegados es que no saben pedir, pues esa no es su vocación. Para ellos es indignante, situación que aprovechan los pobres históricos para suplantarlos y convertirse en los falsos desplazados que terminan apropiándose de las ayudas de emergencia destinadas a los más necesitados.
En ese proceso ellos aprendieron que la lucha no era individual sino colectiva. Y así se fueron aglutinando en un solo espacio que acogió a la gente venida del pacífico nariñense, del Puerto de Buenaventura, de los caudalosos ríos del Chocó, de los municipios afros del Cauca, Puerto Tejada y el Patía. Todos bajo una misma condición se agruparon en el barrio el Oasis, así llamaron a este territorio donde empezaron no sólo a reconstruir vidas quebradas, sino a resistir culturalmente para reproducir, lejos de su tierra, costumbres ancestrales.
También, a ese respecto el antropólogo inglés Wade (1997), en su libro Gente negra Nación Mestiza, anota: “ Los negros usan una red étnica negra par solucionar los problemas de vivienda y empleo en la ciudad ; experimentan discriminación, tanto en estas esferas como en la calle; existe una lealtad ante ciertos aspectos de su propia cultura y, para algunos, una afirmación consciente de su deseo de que las personas negras y su cultura negra sean respetadas como tales. Estos factores crean resistencia positiva a la adopción de masa de las formas identificadas con la cultura local de la ciudad y hasta cierta medida hay un componente espacial en su manifestación. Los núcleos negros, temporales y permanentes, se conforman en ciertos barrios y se convierten en puntos de congregación”.p.98
Es decir, allí confluyen una serie de referentes culturales que con el paso del tiempo se convierten en un comportamiento social común.
3. PRACTICAS CULTURALES, UNA FORMA DE LUCHAR CONTRA EL OLVIDO
El hombre africano llegó a este continente cargado de conocimientos y saberes ancestrales. Aunque fue traído como esclavo y se le desconocieron los derechos más elementales como ser humano, siempre fue portador de cultura y desde el principio ha vivido en resistencia cultural en una sociedad que históricamente lo ha marginado.
Así las cosas, qué le quedaba al hombre africano vejado, ultrajado física y psicológicamente? Aferrarse a la cultura, los dioses, los ecos de los tambores que desde el lejano continente aún le retumbaban un el cerebro y en la sangre, que bullía por el ritmo frenético del cuerpo. Era ese llamado lo que lo invitaba a la más dura batalla que iba a librar después de conseguir la libertad, luchar por no dejar morir la esencia de ser africano.
Volviendo al caso de la comunidad afrocolombiana de desplazados en el sur de Bogotá, Arriaga (2002) dice que los valores fundamentales del grupo se reflejan en las conductas colectivas que en la medida que son estimadas y apreciadas por la comunidad se erigen como patrones de comportamiento que definen su cultura.
Los migrantes sometidos al exilio forzoso viajaron a estas frías tierras con el peso enorme de cargar la cultura heredada de los ancestros e interpretar la historia que se partió en dos. Un breve recorrido por las polvorientas calles del barrio deja ver claros indicios de las costumbres traídas de los lugares de origen en las ardientes selvas del Chocó hasta la fría capital del país.
En la Casa de la Cultura, un moderno edificio donado por la Embajada de los Estados Unidos, varios grupos de danzas preparan una presentación de bailes folklóricos del pacífico, desde luego incluye el Mapalé. No muy lejos de allí en el salón comunal un estudiante de derecho lee con los niños la Constitución Nacional; el sonido de la Champeta retumba a unas cuadras del lugar mientras varios hombre juegan dominó y parqués. Al frente en una humilde caseta, donada por una compañía cervecera, Doña Basilisa, desplazada del medio Atrato, frita pescado con patacón y hace arepas de harina de trigo, sólo la ausencia río hace pensar al visitante que no se encuentra en un barrio de Quibdó.
La música, la danza, la religiosidad, el deporte, todas las expresiones culturales del pueblo afrocolombiano se reproducen en el Oasis como una forma de lucha contra el olvido y el desarraigo. Estas prácticas culturales serán abordadas, una a una, desde la visión de los estudiosos del tema y de la experiencia vivida en el trabajo de campo.
4. MÚSICA Y DANZA, LA CURA MILAGROSA
a música define a la cultura negra tanto como la danza que hace parte de una expresión cultural propia cargada de mucha fuerza y espiritualidad. La población afrocolombiana construyó la religiosidad como un proceso de mezcla donde incorporó a las creencias africanas los valores e imágenes de la iglesia católica, pero le restó valor al templo, por eso sus celebraciones se realizan al aire libre y están ligadas a la danza, el mejor ejemplo, es el Festival de San Pacho.
Frente a este tema Wade (1997), antropólogo inglés, sostiene que hay tres elementos importantes en el desarrollo de la música afrocolombiana. Uno, los afros establecen una independencia musical que es símbolo de su identidad cultural como grupo y del estado de separación de los blancos. Dos, pueden hacerlo utilizando infinidad de fuentes que hacen parte del sincretismo cultural y no necesariamente proviene de la propia tradición autóctona, aunque en el caso de la comunidad de el Oasis sí están presentes muchos elementos del folclor, mezclados con otros aires musicales. Tres, la música que ellos crean o bailan, aunque es frecuentemente menospreciada como inferior, vulgar o ruidosa, también es tomada por los blancos que la incorporan a su mundo.
Un proceso similar se vivió en el sur de Estados Unidos en Nueva Orleans en los años 20, cuando las autoridades militares ordenaron confinar a los negros en un barrio conocido como Storyville, pues consideraban que no eran un buen ejemplo para las tropas. Esa política racista dio origen una de las mayores expresiones musicales del mundo, el jazz, música considerada de guetos y de arrabal hasta que se convirtió en una de las primeras imposiciones culturales del hombre negro sobre el blanco ( Berendt, 2009).
Respecto a la danza el investigador inglés Peter Wade (1970) dice: Los ritmos coreográficos aprendidos por los esclavos no pudieron ser reproducidos por ellos con las cadencias europeas. Los movimientos corporales fueron copiados con el ardor del ritmo africano, con la libertad que confiere el gesto erótico y la fuerza que transmite una forma de ser y de sentir muy diferente a los gustos del viejo continente. (p. 327)
El currulao es uno de los más puros géneros musicales de origen africano, cuentan los historiadores que la palabra fue usada para referirse a un “baile de los esclavos” y se remonta al siglo XVIII en Cartagena. Es común ver a niños y jóvenes practicando esta danza que encarna la cultura afrocolombiana, Efrén Arriaga lidera un bien entrenado grupo de danza autóctona que es conformada por hijos de desplazados, no importa si es recién llegado, tiene un lugar en el grupo. Dice que es una forma de alejar a los jóvenes de los problemas que amenazan la localidad, una de las más violentas de la ciudad, particularmente evitar que se involucren en pandillas conformadas por bandas delincuencial.
El ejercicio de la danza es fundamental en la estrategia de este grupo étnico, no solamente en la preservación cultural sino en el restablecimiento de los derechos de los niños. Respecto a la situación de los niños la investigación de CODHES (2007) se afirma que una de las mayores preocupaciones es la población infantil que en el desplazamiento se enfrenta a desajustes de la estructura familiar con evidentes limitaciones a su movilidad y seguridad. Por las difíciles condiciones que han debido afrontar muchos de ellos tienen conductas agresivas y dificultades en el proceso de aprendizaje. En la ciudad ellos deben aprender a relacionarse de una forma que no conocían, entablar relaciones con los niños de la ciudad cambia hasta en el lenguaje y en los juegos que disponían en sus lugares de origen. Es común hablar con niños y escuchar que sueñan con tener un X box y un televisor de pantalla plana, porque es el deseo que aprenden de los nuevos compañeros de juego.
Otro aspecto que refleja muy bien esa añoranza por las costumbres que se dejaron atrás en los lugares de origen son los establecimientos dedicados al baile, aunque sean vistos con cierto aire de sordidez son expresiones claras de sus prácticas culturales.
No sería la primera vez que la música y danzas de los afros es vista como tal, la persecución se remonta al mismo San Pedro Claver, defensor de los esclavos en la Cartagena en el siglo XVIII, el gran sanador y evangelizador reprimió los bailes y confiscó los tambores y quienes se resistieron fueron castigados…. “Tomaba el camino por las calles públicas donde solía haber estos bailes y encontrando alguno esparcía los negros y les quitaba el tambor … al principio aturdidos los negros le obedecían pero después les pareció que era mucha sumisión y le resistían…” ( Wade, 1997, p. 331).
5. FESTIVAL DE SAN PACHO
Uno de los elementos más fuertes de la cultura Chocoana está representado en el festival anual de San Francisco de Asis, popularmente conocido como San Pacho, las fiestas patronales más prolongadas del país. La celebración es una denuncia de la difícil situación que vive el Departamento con una mezcla de religión, mucho licor y un baile frenético que pone a prueba la resistencia de los más avezados bailarines. La fiesta se celebra desde 1929 cuando nació la costumbre de encargar a cada uno de los doce barrios más tradicionales de Quibdó la procesión y el festival al tiempo que cada uno va cediendo la celebración al siguiente y así se forma una extensa cadena de fiestas que se pueden prolongar desde dos semanas hasta un mes (Wade, 1997).
La cultura negra es una mezcla de tres grupos con fuerte influencia española e indígena. En Colombia está altamente españolizada, eso explica la profunda religiosidad de esta celebración, sin embargo ellos han hecho sus propias adaptaciones de las tradiciones culturales hispánicas que de cualquier forma tienen fuertes orígenes en la cultura africana. De la misma forma como se celebran con intensidad las fiestas en Quibdó, cada 20 de septiembre en el pequeño Quibdó de Ciudad Bolívar, le rinden culto al patrón de los Chocoanos. Como en la tierra madre, ese día se hace un desfile que incluye baile, trago y un profundo fervor por el Santo español.
Por la misma época también celebran el día de la Afrocolombianidad, donde suman esfuerzos para rendirle un tributo a la cultura raizal. La danza, siempre presente en estas prácticas culturales, motiva a niños y adultos a participar activamente en los distintos actos culturales que organiza un comité conformado por la misma comunidad. Estas manifestaciones culturales están ligadas al deseo permanente de los desplazados de defender las raíces ancestrales, una necesidad apremiante para un grupo que no ve una clara posibilidad de regresar a sus lugares de origen.
6. LA TRADICIÓN ORAL
La literatura oral juega un papel muy importante en la creación popular de la cultura afrocolombiana, los saberes ancestrales se transmitieron de boca en boca, sin apelar a las fuentes escritas. Un ejemplo es la práctica del arrullo, un encuentro de personas que se reúnen para adorar a un santo y a la vez realizan cánticos religiosos que se funden con una fiesta. Las mujeres lideran estas celebraciones que muchas veces están ligadas a un oficio fúnebre (Sevilla, 2009).
Otra expresión cultural que utiliza la voz es el alabado, un rito funerario muy triste , se interpreta acompañado de los tambores al final de los velorios en el pacífico colombiano. Son elaborados cantos interpretados a capela por mujeres que toman las letras de viejos cuentos españoles y las adaptan a vivencias y hechos cotidianos. Estas interpretaciones de origen europeo se mezclan con el carácter africano que se refiere a la vida diaria, al amor, a la tragedia del desplazamiento, a ensoñaciones que narran desde tiempos inmemoriales el dolor de la esclavitud y llega hasta los tiempos de hoy, con la hiriente sátira de su discriminación. ( Arriaga, 2002)
Un grupo de madres cabeza de familia provenientes de la costa pacífica nariñense ensenan a los más pequeños estos cánticos heredados de los más viejos de la comunidad, como se puede observar en este villancico.
Villancico negro
Bisabuela negra
¿Por qué llora Dios?
Porque se hizo infante
y negro nació.
Nino Dios de hulla
Del Cauca y Chocó
Carbón en la pira
Sagrada de sol. (Fragmento)

De esta forma la comunidad de desplazados afrocolombianos del barrio El Oasis luchan en las goteras de Bogotá porque sus costumbres no se diluyan en una ciudad de múltiples culturas donde conviven con otros miles de colombianos que también comparten la situación de desplazamiento forzado. Mientras tanto esperan la oportunidad de retornar a sus tierras, una posibilidad cada vez más lejana.
CONCLUSIONES
Mediante las prácticas culturales la población afrocolombiana, reunida en el barrio El Oasis, en la Localidad de Ciudad Bolívar, fortalece a diario su identidad cultural. La participación de los jóvenes en las distintas actividades crea sentido de pertenencia y de apropiación de legado histórico.
Los adultos ven cada vez más lejana la posibilidad del retorno a los lugares de orígen por eso defienden la cultura, pues saben que los niños van a crecer lejos de su ciudad natal, de ahí la importancia de inculcarles los valores culturales.
La situación de vulnerabilidad de los desplazados afrocolombianos, los enfrenta a un entorno violento que afecta a los jóvenes, por lo que se hace urgente apoyar estos procesos de apropiación cultural como un mecanismo eficaz para alejarlos de los problemas que acechan a la juventud de la Localidad de Ciudad Bolívar.
Aunque la Administración Distrital ha hecho importantes avances para brindar ayuda humanitaria a los grupos étnicos en Bogotá, hace falta más apoyo del Gobierno Nacional. Bien para que se den las condiciones necesarias para el retorno de los desplazados o para fortalecer el proceso cultural de la gente del barrio El Oasis.

La música, la tradición oral, el baile son referentes culturales importantes en la preservación del patrimonio cultural de los habitantes que viven en situación de desplazamiento forzado por la violencia.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFÍCAS

Arriaga, L. (2002). Cátedra de estudios afrocolombianosBogotá: Ingenieros Gráficos Andinos S.A.
Berendt, J. (2009). El jazz: De Nueva Orleans al Jazz Rock. Bogotá: Fondo de Cultura Económica.
Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento –CODHES, (2007).Gota a gota: Desplazamiento forzado en Bogotá y Soacha. Bogotá: San Pablo Apóstol.
García, N. (2004). Culturas Híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. México: Grijalbo.
Ramirez, D. (1996). Del oro y la injusticia. Boletín Cultural y Bibliográfico. Número 39. Recuperado de http://www.lablaa.org/blaavirtual/publicacionesbanrep/
boletin/boleti1/bol39/res2-1.htm
Ramos,V. (2010). Génesis y reproducción del proceso reivindicativo de las comunidades negras del Medio Atrato. (Monografía de pregrado). Universidad Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, Bogotá.
Rozo, J. (2000). Efectos psico-sociales del desplazamiento. Bogotá: Universidad Nacional.
Sevilla, M. (2009). Breves notas de marimba y los cantos tradicionales del pacífico surcolombiano. Cali: Universidad javeriana.
Wade, P. (1997). Gente negra: Nación mestiza. Medellín: Universidad de Antioquia.

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