viernes, 25 de julio de 2014

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Editorial Érase una vez la democracia en Colombia…

Editorial
Érase una vez la democracia en Colombia…
Por: Adriana Raballaty Parra
Docente Facultad de Comunicación, Información y Lenguaje
Coordinadora del Área de Ciencias Sociales y Humanas
El número 19 de la revista La 39, se enmarca en un periodo de elecciones y de trascendencia para el país, relacionado con las nuevas tendencias políticas que determinan el futuro político de Colombia.
Desde esta perspectiva, esta publicación ofrece a los lectores una reflexión de gran actualidad sobre la democracia, las campañas electorales y la política; una temática coyuntural e interesante de analizar, un tema que cada 4 años toma relevancia cuando el país se enfrenta a las elecciones más importantes, las de Congreso y las de Presidencia de la república.
Cada 4 años se recuerda un término olvidado, burlado y vulnerado, como es el de la Democracia, que según Abraham Lincoln es el poder del pueblo, para el pueblo y por el pueblo, si se mira de esta forma se estaría hablando de una sociedad sin Estado, totalizante y sin minorías, lo que sería una democracia perfecta. Sin embargo, esta visión altruista y romántica de la democracia, no aplica en Colombia y los resultados lo evidencian.



Todo el mundo quiere ser gobernado por medio de representantes (aunque no necesariamente por un gobierno representativo convencional), toda causa o grupo político desea una representación; entonces, la representación sigue siendo un concepto importante y muy utilizado en el contexto de la democracia, pero infortunadamente se cree que la representación se limita al voto, y de ahí se deriva otra dinámica que son las campañas electorales, en donde nos encontramos con “La loca de las naranjas” o con una señora antiZurribistas que le da su completo apoyo a la reelección del presidente Juan Pa Santos.


Porque si bien, otro concepto que toma protagonismo en la democracia representativa es el de opinión pública, en donde no se caracteriza como un gobierno del saber, sino como un gobierno de la opinión, que se fundamenta en un público; Sartori afirma que la opinión pública debe ser del público, nacer del público mismo, y no ser de procedencia externa, pero en tiempos de desinformación y competencia en los medios, la que se perjudica es la buena democracia.
Medios que nos generan héroes y villanos, que lo único que son es una nueva corriente de liderazgo populista que al mejor estilo de un mesías, se convierte en el salvador político de esta democracia frágil y mal estructurada como sistema político y por consiguiente económico y social, una democracia liberal, en contraposición con la socialista que sus vecinos plantean, entonces cabe preguntarse, para definir con claridad qué es la democracia? para saber qué se puede esperar y exigir de ella, para saber cuál es la democracia posible en el caso colombiano, es lo que ha sido complicado porque son muchas las acepciones que de este concepto se tiene y muchas las vertientes de análisis, y muchos los políticos que la usan a su libre acomodo.
La crisis de valores por la que atraviesan los sistemas políticos actualmente, Parapolítica, Narcopolítica, chuzadas, infiltrados, políticos borrachos, abusos de poder, entre otros, son los que han hecho que se aumente el desinterés, y la apatía política, que hacen que Colombia aumente sus niveles de abstención electoral pasando de 2010 de un 52% al 63% en 2014,  generando una amenaza a la democracia, que pueden llevar a perder el trabajo que ha costado conseguir: el eficaz funcionamiento de la democracia.
Si bien, el análisis de estos fenómenos políticos por parte de teóricos, de múltiples disciplinas han permitido la construcción de un concepto que involucra nuevas hipótesis y lineamientos analíticos, aportando novedosas interpretaciones que nos permitan explicitar la compleja realidad de la política colombiana, en todos los ámbitos, no sólo el de la democracia y el de la formación del Estado. Este número de La 39 contribuye al debate sobre la política en momentos de cambio y definiciones en el país, para en 4 años o mejor en las próximas elecciones  estar nuevamente preguntando ¿y qué es la democracia?
Por último, quiero agradecer a todas los estudiantes y profesores que colaboran con sus trabajos para sacar adelante esta revista orientada a visualizar la producción académica de la Facultad de Comunicación, Información y Lenguaje; espero sea del agrado de ustedes este nuevo número, ¡Bienvenidos!

Artículos Derecho de la vida“una utopía colombiana”

Artículos
Derecho de la vida“una utopía colombiana”
Por: Anuar Alfonso De la Cruz Medrano
Estudiante Facultad de Comunicación, Información y Lenguaje
La vida está contemplada como el derecho más importante y fundamental del ser humano. Es una "virtud" que poseen los individuos por el simple hecho de nacer y existir. Pero ¿qué es tener derecho a la vida?, qué significado tendrá para la humanidad en general esta frase tan repetida en discursos políticos, religiosos, medios de comunicación e incluso, en la aulas de clase donde se forman los  profesionales del futuro.


El Doctor Rodolfo Figueroa García1 preocupado por satisfacer esta gran inquietud define el derecho a la vida en cinco concepciones.
“Si bien en la literatura nacional, en general, no es posible hallar un concepto o una definición explícita sobre el derecho a la vida, sí es posible encontrar en algunos autores algunas declaraciones que permiten reconstruir una noción sobre el derecho a la vida. Si a esas declaraciones que exhibe cierta literatura nacional sumamos algunos aportes de literatura extranjera, podemos identificar cinco concepciones sobre el derecho a la vida: 1) Una de ellas sostiene que el derecho a la vida consiste en el derecho a vivir, a permanecer con vida. 2) Otra sugiere que este derecho consiste en el derecho a vivir bien, o vivir con dignidad. 3) Una tercera propone entender que el derecho a la vida consiste en el derecho a recibir todo lo mínimamente necesario para no morir en lo inmediato. 4) Una cuarta concepción propone entender el derecho a la vida simplemente como el derecho a que no nos maten. Finalmente, 5) una quinta postura suscribe la idea de que este derecho consiste en que no nos maten arbitrariamente”.2 
Luego de analizar la opinión del doctor Rodolfo Figueroa, se entiende que el derecho a la vida no es más que esa conciencia que deben tener los seres humanos de que ninguna persona está en la facultad de quitar la vida a otra, bajo ninguna circunstancia. Dicho de otra manera este derecho consiste en que no nos “maten arbitrariamente”.
El 10 de diciembre de 1948 en París, es adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas el documento que contiene la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en el artículo tres va implícito, un parágrafo que hace referencia directamente a la vida. “Artículo 3: Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”. Como podemos observar, preservar la vida y la integridad de las personas es una preocupación no solo de los estados individuales, sino del planeta en general.
La vida, debe ser contemplada como un derecho inalienable, perdurable e irrenunciable, no sólo en términos del deber de las personas y la sociedad, sino que el Estado debe garantizar y propiciar las condiciones de seguridad que eviten o contengan la violencia en términos de calidad de la misma, pues no sólo se atenta contra el derecho a la vida cuando se ataca o asesina a una persona, también hay vulneración cuando por acción o por omisión las personas de manera individual o colectiva, la sociedad o el Estado, no garantizan los medios mínimos y las condiciones adecuadas para que ellos y los demás puedan llevar una vida digna.
Colombia, una república unitaria de América, situada en la región noroccidental de América del Sur y que carga sobre su territorio 47,7 millones de habitantes. País de contradicciones, un país en el que la pena de muerte se encuentra abolida dentro de su marco legal, “ARTICULO 11. Constitución Política de Colombia. El derecho a la vida es inviolable. No habrá pena de muerte.” pero en el que todos los días guerrilla, paramilitares, narcotraficantes, delincuencia común y, en ocasiones, personas vinculadas al Estado cometen diferentes formas de asesinato que van desde el homicidio fruto de un atraco o una riña callejera, pasando por las venganzas entre grupos delincuenciales, las masacres, las desapariciones forzadas, la mal llamada limpieza social y los asesinatos selectivos.

Imagen tomada de: pipo-610.blogspot.com

Un país donde a diario los medios de comunicación hablan de la importancia de la vida, del valor excepcional  que debe representar para cada individuo este derecho fundamental de primer orden y además de acción inmediata, de hecho, está estipulado en la actual Carta Magna de la República. Sin embargo, cada día son más los colombianos vulnerados que ven ante sus ojos cómo se les arrebata ese gran deseo de vivir.
Son muchas las noticias que muestran cómo los grupos al margen de la ley, los delincuentes comunes y el mismo estado vulneran y atropellan este derecho que se supone es responsabilidad de todos proteger. 
A continuación, citaré algunos ejemplos que muestran claramente que el derecho a la vida en este país es solo una frase que retumba en la cabeza de sus habitantes, pero que solo muy pocos le dan el valor y la importancia que se merece.

Imagen tomada de: www.experienciacolombia.com

“El 2 de mayo de 2002 sucedió una tragedia anunciada. A pesar de los múltiples llamados de auxilio que lanzaron la población y la Diócesis de Quibdó, los habitantes de Bellavista quedaron en medio de los combates que paramilitares y guerrilla sostenían por el poder del Atrato Medio.
Una pipeta lanzada por las FARC cayó en donde la comunidad se refugiaba de las balas. El saldo fue de 79 personas muertas, 48 de ellas eran niños. Otros civiles morirían en los días posteriores por sus heridas y por los combates, que continuaron”3
 Los grupos armados al margen de la ley, día a día cobran vidas de civiles inocentes que no tienen nada que ver con el conflicto por territorio, personas que sin tener un buen nivel de vida luchan por sobrevivir en un país donde el Estado no les provee las mejores condiciones de supervivencia, sumado a ello portan en su diario vivir la incertidumbre de que en cualquier momento estos grupos alzados en armas los asesinen, para mostrar al estado hasta dónde son capaces de llegar por hacer valer sus ideales de guerra.
“Organizaciones convocantes a la Acción Humanitaria en Tierra Alta – departamento de Córdoba, denuncia ante la comunidad nacional e internacional las acciones continuas de Hostigamiento, Amenaza, Intimidaciones y labores irregulares de Inteligencia contra la comunidad campesina asentada en el corregimiento El Crucito, convirtiéndose en actos de persecución del Ejercito Nacional a la Acción Humanitaria prevista para el 26 y 27 de abril.
 El 20 de abril, tropas de la Brigada Móvil No 24, adscritas a la Fuerza de Tarea Conjunta Nudo de Paramillo, de la VII División del Ejército Nacional, al mando del Sargento Viceprimero Gómez y el Cabo Monzón. Quienes se han acantonado dentro del caserío El Crucito, han estado tomando fotografías, registrando en video e intimidando a la comunidad campesina residente en el centro poblado y a integrantes del equipo de preparación de la Acción Humanitaria.
Hacemos responsable a la Línea de mando de la Brigada Móvil No 24 y de la Fuerza de Tarea Conjunta Nudo de Paramillo del Ejercito Nacional si ocurre algún atentado contra la vida e integridad personal de los integrantes de la comunidad campesina allí asentada o de alguna persona que se encuentre en las labores de preparación y organización de la Acción Humanitaria, por la sistemática violación de derechos humanos que ya hemos estado denunciando.
Dejamos claro el carácter civil y de ejercicio de derechos y de ciudadanía de la Acción Humanitaria, pese a los hostigamientos continuaremos con la realización de este acto. Presentaremos las denuncias respectivas contra los suboficiales responsables de los actos de intimidación y malos tratos referidos”.4
Aunque los tratados internacionales, la Constitución Política de Colombia y la Ley en general dedican una parte significativa de su contenido, de forma directa o indirecta, al tema de los derechos humanos y al deber que el Gobierno, el Estado y la sociedad tienen de velar por la protección y defensa de los mismos La realidad muestra un panorama sombrío al respecto, ya que son frecuentes las violaciones a tales derechos, incluido el derecho a la vida, tanto por las partes involucradas dentro del conflicto político social y armado que actualmente vive el país  e incluso, los propios agentes de seguridad del Estado, así como por los narcotraficantes y la delincuencia común. Todavía no se alcanza a entender cuál es la seguridad que brinda el Estado a los habitantes del país, pues como pudimos ver en la denuncia anterior, la fuerza armada del Estado quien supone debe velar y proteger los derechos del hombre y del ciudadano, abusan del poder que se les otorga, para hostigar, lastimar es incluso asesinar a personas inocentes que, como lo he dicho anteriormente, nada tienen que ver con esta lucha absurda de poder y territorio.
Mientras siguen los tratados de paz y el Estado busca la “tranquilidad y seguridad” de sus habitantes, los campesinos y ciudadanos en general seguimos expuestos a los actos inclementes de violencia de unos cuantos, que sin tener el más mínimo sentido de culpa nos matan arbitrariamente y acaban con sueños, metas e ilusiones que cada Colombiano lleva dentro de su ser.
1.        Rodolfo Figueroa García. Master en Derecho y candidato a doctor, University of Wisconsin-Madison. Profesor de Derecho Constitucional, Universidad Diego Portales. Correo electrónico: rodolfo.figueroa@udp.cl.
2.         Revista Ius et Praxis - año 14 - n° 1: 261-300, 2008 ARTICULOS DE DOCTRINA CONCEPTO DE DERECHO A LA VIDA.
3.      http://www.noticiascaracol.com/nacion/articulo-264163-la-tragedia-de-un-pueblo
4.      http://www.colectivodeabogados.org/Hostigamientos-amenazas-contra-la
        utopía 
 f. Plan ideal de gobierno en que todo está perfectamente determinado. El concepto procede de la obra de Tomás Moro Utopía, en la  que describe la república de la imaginaria isla de Utopía.
 fig.Plan o sistema ideal, pero irrealizable.

Video Cuba

Video

Cuba

Por: Carmen Velasco y Mauricio Carrillo
Estudiantes Facultad de Comunicación, Información y Lenguaje 2014


Multimedia Paramore

Multimedia

Paramore

Laura Estefanía Parra Goyeneche 
Estudiante Producción Profesional II
Facultad de Comunicación, Información y Lenguaje - 2014
La presente infografía pone en contexto la banda estadounidense Paramore.

Campañas Free - press


Campañas

Free - press


Por: Estudiantes de Relaciones Públicas
Free press paticipación del estudiante de Uninpahu Giovanni Enciso, como ganador del Concurso "juventud al aire", del programa "Jóvenes constructores de paz" de la Gobernación de Cundinamarca:

Free press Jornada de la Comunicación - Política y comunicación de la Facultad de Comunicación, Información y Lenguaje de la Institución Universitaria UNINPAHU en el programa radial "Bienestar de una" de la Alcaldía Municipal de Soacha, en la emisora de la Cadena Auténtica de Colombia:

Free press Jornada de la Comunicación - Política y comunicación de la Facultad de Comunicación, Información y Lenguaje de la Institución Universitaria UNINPAHU en RCN noticias, con Indalecio Castellanos:


Free press Escuela de padres en la Institución Universitaria UNINPAHU, a través de La Vallenata:




Narrativa Microcuento Tsunamor

Narrativa
Microcuento

Tsunamor
Por: Iván René León
Docente Facultad de Comunicación, Información y Lenguaje
El mar te observa allí, sentada sobre la playa, maravillosa, magnética en tu bikini fucsia y sus lánguidos tentáculos infructuosamente se estirar intentado tocar tu piel.
Su propia fuerza, su propio peso le contrae sin lograr siquiera acercarse y no le queda más que intentar impulsarse un poco más, estirar un poco más, un poco más que la última vez.
Ruge y llora al no lograr besarte y con más fuerza se vuelve a impulsar.
Su ira produce espuma que queda flotando sobre la orilla, su ira cada vez más intensa, sumerge bañistas, embota tiburones, inunda islas, gira submarinos, hunde navíos y por más que lo intenta nunca logra tocar tu piel.

imagen tomada de: la hoja de arena

Su masa líquida se contrae entonces y arremete con toda sus fuerzas sobre la playa, te arrastra, te consume, ya eres suya, todo tu cuerpo esta dentro de él y luego de reclamar lo suyo, vuelve la tranquilidad.
Nada ha cambiado, solo el amor ha logrado su meta y se consume en el fondo del mar.

Especiales Opinión Pública: entre el balcón burgués, la urna virtual y las redes sociales

Especiales

Opinión Pública: entre el balcón  burgués, la urna virtual y las redes sociales

Por: Armando Ramírez M.
Docente Facultad de Comunicación, Información y Lenguaje
No resulta fácil definir hoy qué es este fenómeno que conocemos como Opinión Pública y menos en época de redes. Bourdieu, (1973) quizás más lacónico, pero expresivo, dijo que en tiempos de deliberación mediática ella no existía. Castell (2009)  más intrincado por los vericuetos de la cognición la refirió al control de la mente, por parte de quienes tienen el poder para programar las redes. Por su lado, una de las mayores autoridades en teoría de la opinión Pública, Jürgen Habermas, (1981) y principal admirador en sus modos normativos  la circunscribió no solo a la operatividad política, sino a la obligación ética de que con ella se buscara el bien común.
Como quiera que sea, ninguno de los tres autores de referencia aquí, le daría su voto de confianza a lo que hoy los medios de comunicación en Colombia, con tan amañada insistencia, quieren convencernos. De que la opinión Pública es una operatividad mecánica  gestionada, que muestra tendencias y previsiones electorales condensadas en cifras, porque tienen la validez de la “Urna virtual Caracol” o “La gran encuesta RCN”  o la llamada “Colombia opina” de la “Gran alianza de medios, como El Tiempo y la doble W.

Imagen tomada de radiomacondo.fm

Ahora bien, que sea difícil comprender la Opinión Pública como formulación teórica, no quiere decir que realmente no exista. No estoy con ello  descreyendo de Bourdieu, !ni más faltaba! Él desconfiaba del habitus y del rictus como actos institucionalizados que el poder amontona en cifras, y en ello le asiste toda razón. Me refiero a que la Opinión Pública sí existe en la medida en que casi  todos los políticos de todas las orientaciones (si es que hay muchas) se interesan por saber cómo los ubican los ciudadanos en tendencias electorales. Quieren saber qué piensan las mayorías de ellos, que son la minoría. Dichas tendencias son ofrecidas por los medios de comunicación, que antes que informar, son empresas de lucro. Por lo tanto si invierten grandes presupuestos en tales mediciones, es porque saben que ofrecidas como datos comunicables, el público cree expresarse, asumir y sentirse representado en la opinión general, en tanto ellas obtienen rating y aparente credibilidad.

Imagen tomada de pachosantos.com

Esto tampoco es nuevo. Desde los albores del Renacimiento Maquiavelo ya hablaba de la importancia que para el Príncipe tenía la reputación. Al  mismo tiempo  los medios aparecían en la escena social, a través de la imprenta, como unos mecanismos culturales más al servicio del comercio que de la deliberación. La imprenta, y con ella la Opinión Pública de una burguesía naciente se aprestaba a desacralizar  más de diez siglos de cristalización dogmática. Por ello, el  Príncipe, antes que interesarse en la controversia, se interesó en la fabricación de su reputación. “Hazte amar o hazte odiar, pero en todo caso, hazte necesitar” (1999, p, 71), le aconsejaba el florentino a los poderosos. Así que como vemos, Maquiavelo, que tenía la idea, pero no el concepto, hablaba de fama y no de Opinión Pública.
Podríamos decir hoy que el aforismo de Maquiavelo se ajusta a esa  necesidad del poder, tan actual en nuestros políticos: de que sobre ellos se hable bien.  En Colombia, por ejemplo Gaviria se preocupó siempre de cuidar su reputación de hombre pragmático, abierto al futuro, aunque ese futuro, nos dejara en un lodazal de pobreza con su apertura económica. Samper, en medio de la crisis del proceso ocho mil se ocupó de que le creyéramos que el elefante del narcotráfico había entrado a sus espaldas. Ni que decir de Pastrana, hombre jovial que entre conciertos de Rock, la alfombra roja de Washington y su soledad abandonada al lado de la silla de Tirofijo en el Caguán intentó convencernos de que él era un hombre de paz. No hablo de Uribe, porque como lo tituló Cecilia Orozco en su columna de El Espectador del 17 de junio de este año, las “reacciones de un sociópata” resultan muy aburridas en un país de locos, pero  ese “segundo gran libertador” como su traidor Santos, lo llamara se ha ocupado de demostrar, atravesando ríos, medio empelota y con un megáfono al hombro que “yo nunca le he mentido al país” que él sí  sabe montar yeguas de paso fino, mientras toma una taza de café sin derramar una sola gota, aunque el país fluya por los ríos de sangre del paramilitarismo y su eufemístico nombre de las Bacrim.


Imagen tomada de Twicsy

Hay un tramo de la historia y la cultura en el que la Opinión Pública, desde la misma teoría política, se diluye en la comunicación política y de ahí salta al personalismo, como lo describe José Luis Dader (1992, p. 351 – 367). Así pues,  podemos dejar de lado entonces, los datos, las cifras y hasta la normatividad teórica para centrarnos  en los modos cómo el poder ha construido percepciones de mundo que calan en las estructuras de lo psicosocial. En ellas, los ciudadanos creen que se manifiestan y son representados. Esta mirada, la de lo sociológico de la calle, de lo abierto, de lo espontáneo nos permitiría entonces ir incluso más allá del marco burgués ilustrado de dónde parte Jürgen Habermas para pasarnos al ámbito del carisma. Perspectiva muy interesante, cuyo, más profundo estudioso ha sido Richard Sennett. Clásica su obra de “El declive del hombre público” (1978)

Antes que en el café, o en el pub a donde acudía el flanneur a discutir sus asuntos privados, con la pretensión de hacerlos públicos, pero sin la responsabilidad política, como lo señala Habermas, fue, nos dice Sennett la calle y la representación del espectáculo teatral en donde la conducta se fue apaciguando en razón a la incertidumbre que producía saber cuál era el carisma que se debía cultivar en presencia de otros. Una disertación tan profunda como esclarecedora de esto se halla en los capítulos que van del VIII al XI del libro de Sennett.
Sin embargo, si uno mira la historia de la arquitectura europea, en particular la italiana del siglo XVI, encontrará que la boyante situación de los prestamistas y banqueros lacios les daba para darse “sus gusticos y caprichos” burgueses, representados en la arquitectura de sus palacetes. De sus fachadas hacían colgar unos agregados de preciosismo artificial, denominados “il balcone”. El balcón que en su momento fuera prohibido, porque se consideraba una exhibición o salida  impúdica de lo privado a lo público, fue adquiriendo con el paso de los siglos, una vitalidad que ponía en jaque la dicotomía público – privado.

Imagen tomada de www.elforo.com

En efecto, la presencia de personas en el balcón debió causar una inquietante curiosidad en los transeúntes callejeros, pues de aquellos no se sabía si estaban en la privacidad de su hogar o en la escena pública. Primero asomó la tímida sensualidad femenina a quien el marido permitía mostrarse  más como uno de sus haberes de lujo, que como subjetividad cognoscente, luego asomó al balcón la familia con su pompa entera para observar sin ser tocada, la fiesta popular, el carnaval y su guacherna. Época de esplendor en el que “el balken” construido con simetría  adornaba las fachadas como al rostro la nariz operada. Hoy, el balcón, en época de exhibición pública de lo íntimo no se necesita, salvo para colgar helechos, arrumar bicicletas, usarlo como tendedero de ropa o para colgar la bandera en amor patrio.

Il Balcone de E. Manet

El balcón como espacio de lo público ha perdido su materialidad de preciosura arquitectónica, ha dejado de ser un añadido útil. Se ha virtualizado. Ya no nos asomamos a él para presenciar lo que ocurre en el afuera, sino para que los demás, como voyeristas impenitentes vean lo que ocurre en nuestro adentro. Así, el balcón real se vuelve peligroso y por eso una pastora cristiana prohíbe que al púlpito, esa otra forma de balcón interno se suban los mutilados y lisiados, porque “es cuestión de estética o de consciencia divina”.  Es así como una revista  de opinión Pública titula en su portada “No más balcón” para un alcalde que como buen animal político sabe que desde allí se arenga y se entusiasma a la masa expectante.

Imagen tomada de lasillavacia.com

El balcón virtual se ha simulado en las redes como YouTube, Twitter o Instagram desde donde una mujer de tercera edad, con toda su sensualidad perdida, sin ningún asomo de sofisticación nos dice desde su pobreza y precariedad material, que ella no va a votar por el zurriaga ese, sino por juampa. Y entonces a ver si el poder de la ultraderecha la censura, la persigue o la calla o si el poder de la derecha le concede su casita, así sea sin balcón. Por ahora su sobrina y los demás que no se atrevan a subirse allí desde donde hacer pública su opinión “que coman mierda”.

Imagen tomada de publimetro.co


Referencias bibliográficas
Bourdieu, P.     (1973) “L’ opinion publique n’ existe pas. En “Les temps modernes” (318) Versión en español  en “Voces y culturas” (10 de 1996)
Burkhard, B      (2004) Un paseo a balconia. Medio en la casa, medio en la calle el balcón es un híbrido en la arquitectura. (p.8)  En revista Humboldt (140 de 2004)
Castells, M          (2009) Comunicación y poder Madrid, España: Alianza editorial
Dader, J. L.          (1992). La personalización de la política. En: Muñoz Alfonso, A. (ed.) (1992). Opinión pública y comunicación política, pp.351-367. Madrid, España: Eudema.
Habermas, J.        (1981). Historia y crítica de la opinión pública. Barcelona, España: Gustavo Gili.
Maquiavelo, N.    (1999). El príncipe. Bogotá, Colombia: Panamericana.
Sennett, R.            (1978). El declive del hombre público. Barcelona, España: Península.

Especiales ¡¡¡Álvaro Uribe Vélez, es un neopopulista!!!

Especiales

¡¡¡Álvaro Uribe Vélez, es un neopopulista!!!

Por: Adriana Raballaty Parra
Docente Facultad de Comunicación, Información y Lenguaje
Coordinadora del Área de ciencias sociales y humanas
Politóloga Universidad Nacional de Colombia
Magister en Estudios Latinoamericanos, Universidad de Salamanca
Si bien, el populismo es una de las temáticas que más se han trabajado en la teoría política,  esta no pierde vigencia, ya que, siempre tendrá una interesante arista por el cual abordarlo nuevamente; no obstante, sigue siendo un término indefinido e impreciso, lo cierto es que nadie se pone de acuerdo sobre lo que el populismo significa, y como lo plantea Moscoso, “el populismo no da para tanto, ni para tan poco”. (Moscoso, 1990:25). Pero, lo que es claro, es que el populismo ha sido parte fundamental en el proceso de democratización en América Latina (Freidenberg, 2007: 9).
Se habla de populismo en Latinoamérica, desde los años 30, a razón del cansancio y de las contradicciones del Estado oligárquico y de las crisis económicas.  Durante la primera etapa de desarrollo del populismo (1930-50), pese al estímulo en el sentido de inclusión social, de permitir la incorporación de las clases populares al sistema político y de despertar la conciencia e identidad nacional, no se tuvo éxito en mantener un equilibrio permanente; no modificó estructuralmente elstatu quo, impidiendo una modificación real de la estructura social; las reformas impulsadas por sus líderes fueron limitadas.

Imagen tomada de crítica marxita-leninista

Es decir, el populismo que se estaba emprendiendo en esos años en latinoamericana parecía terminar, pues los fracasos de líderes y gobiernos de esta tendencia colapsaron, debido a que no se pudieron consolidar las reformas que habían planteado. Pero a pesar del infortunado contexto para los populismos tradicionales de esa época, en la década de los noventa, se comienza a dar una nueva oleada populista llamada de “tercera generación” o “neopopulista”, que logró adaptarse gracias a su discurso, estilo y estrategias al contexto de la globalización.
Estos nuevos populistas1, accedieron al poder en situaciones de tensionamiento de la gobernabilidad, vacío de liderazgo y crisis socioeconómica, adoptando rasgos políticos del viejo populismo latinoamericano en cuanto a la forma de  hacer política, liderazgo, carisma personal y discurso, pero adaptándolo al nuevo contexto mundial. (Freidenberg, 2007: 121).


Se podría llegar afirmar que, el neopopulismo es un fenómeno de primer orden en el escenario político de América Latina. Llega como una “nueva” forma de representación e identificación política a partir de la deslegitimación de las instituciones políticas tradicionales. La crisis de representación, la debilidad del régimen democrático y la caída del modelo del proteccionismo por parte del Estado, llevó al “resurgimiento” de líderes populistas que, gracias a su carisma personal, venían a restituir el orden perdido.
Es decir, el populismo no desapareció, sino que se transformó y adquirió nuevos rasgos que le permiten adaptarse a los actuales escenarios histórico-políticos, sin dejar de lado, los atributos que conceptualmente lo caracterizan. Pero para hablar de neopopulismo es necesario definir el concepto de populismo.
NEOPOPULISMO: UN POPULISMO ‘RECARGADO’
El neopopulismo, es una variante actual del populismo tradicional marcado por la preponderancia del líder carismático, en donde la política personalista y anti institucional se deriva de una cultura política patrimonialista, el discurso neopopulista rompe con una vertiente sustancial del populismo tradicional abandonando el antiimperialismo, la política de estatización de la economía, la estrategia del desarrollo hacia dentro y pone en relieve la reducción del Estado, la privatización y el desarrollo de economía orientadas a la exportación. (Mayorga, 1995: 28).

Imagen tomada de lalineadefuego.info

El fin del neopopulismo, se centra en una dimensión ideológica de legitimación que no está lejano del régimen democrático representativo, sino más bien se nutre de él para colocar en el centro de la política al líder, como personificación de la voluntad popular y símbolo de la unidad existente entre el Estado y el pueblo, es decir, la política neopopulista concentra el poder en manos del presidente y emplea métodos de gobierno que prescinden de las organizaciones partidarias y deprecian su rol dentro del sistema político.
Sin duda alguna, hay que decir que el populismo ha sido el fenómeno político más importante de América Latina durante el siglo XX y uno de los términos de mayor debate en la discusión académica dentro y fuera del continente (Basset 2006:40). En la última década se ha producido un cambio notable en las formas de hacer política, aunque necesarios e insustituibles para el ejercicio del poder político, la competencia electoral y la formación de gobiernos, los partidos políticos parecen que han dejado de ser las únicas estructuras de mediación de los intereses sociales.
Y como lo plantea Laclau,  el populismo sigue siendo un concepto complicado de definir, ya que no hay un significado único, sin embargo trata de explicar que es una variedad de movimientos políticos, que intentan comprender las realidades políticas e ideológicas (Laclau, 2005:15). Terminando este concepto por transformarse y redefinir y acoplar al populismo a hechos más modernos, puesto que del populismo clásico se desprende una variante liberal o neopopulista, luego comparten ciertas características2, pero se diferencian dependiendo del escenario político donde se expongan.
Es decir, el neopopulismo viene a ser un fenómeno que dentro del escenario político de América Latina, se instaura a partir de ciertos hechos, que lleva al resurgimiento de líderes, que por medio de su carisma se perciben como “salvadores” de la nación. Otros creen que es una “categoría para caracterizar las nuevas manifestaciones políticas que se presentan en los distintos países. El término se ha utilizado también para referirse a gobernantes que han puesto en práctica la agenda neoliberal, aunque recurriendo a prácticas propias del populismo histórico”3
Y teniendo en cuenta que, la  democracia en América Latina en las últimas dos décadas, se ha basado en el supuesto central, de que está seriamente amenazada por procesos de desintegración política y anomia social, dado a la deslegitimación de los partidos, la crisis económica, las reformas del Estado; lo que lograron crear condiciones de poca gobernabilidad, llevaron a la reciente tendencia del populismo latinoamericano.

Imagen tomada de eltiempo.com

Si bien, hay un retorno del populismo, y en particular a la región andina (la de mayor inestabilidad política de América Latina) refleja que el proceso de construcción de la democracia y del Estado, aún no ha concluido, y existen factores para postular el porqué de esto, en donde se sostiene que la causa del populismo en América Latina es su historia colonial, puesto que la tradición iberoamericana fomenta el clientelismo, el patronazgo, la corrupción y los vínculos personales de poder en detrimento de la democracia representativa, la extrema dependencia externa de las economías latinoamericanas ha impedido el desarrollo de sociedades democráticas con bienestar social, y la debilidad democrática de la región a través de la crisis de la democracia representativa y particularmente del sistema de partidos políticos y de las instituciones del Estado.
Se debe aclarar que, el populismo latinoamericano no es un sinónimo de autoritarismo, sino que se encuentra en medio de la democracia y el autoritarismo y utiliza ambos conceptos para mantenerse en el poder, pues si bien, los populistas son elegidos democráticamente y viven del apoyo popular, es claro que si así no fuera, pierden legitimidad y muchas veces el poder si no cuentan con el respaldo de la mayoría de la población. La democracia hace parte del discurso de todos los populistas latinoamericanos, cuyo éxito y fracaso depende de su aprobación popular. Una Característica para destacar es que los populistas promueven la comunicación mediática con el pueblo, los mecanismos electorales, las consultas populares que son sus principales instrumentos de legitimación democrática (Basset, 2006: 37).
Asimismo, es tal la identificación entre líder y pueblo, que terminan reforzando en este sentido, la democracia. Pero suelen crear sus recursos de poder al margen de las instituciones de mediación democrática y, sobre todo de los partidos políticos. Como lo plantea Freidenberg en su libro la tentación populista, “el populismo se redefine como estilo de liderazgo, caracterizando por la relación directa, carismática, personalista y paternalista entre líder-seguidor; que no reconoce mediaciones organizativas o institucionales, que habla en nombre del pueblo y potencia la oposición de éste a los otros, donde los seguidores están convencidos de las cualidades extraordinarias del líder y creen que gracias a ellas, a los métodos redistributivos y/o al intercambio clientelar que tienen con el líder (tanto material como simbólico) conseguirán mejorar sus situación personal o la de su entorno”4.
Es evidente que el populismo siempre ha tendido a sustituir las instituciones democráticas por un líder fuerte que promete soluciones ‘rápidas’ basadas en lealtades personales sin recurrir a estructuras formales. Teniendo una posición anti-partidos se suele reflejar en el enfrentamiento entre gobierno y parlamento, con esto terminan por generar un debilitamiento de las instituciones democráticas, pero un aumento de su función mediática.

Imagen tomada de miblogota.com

Así, el populismo refleja una cultura política que confía más en el liderazgo personal que en las instituciones democráticas del Estado, que no son percibidas como instancias que garantizan derechos, sino como parte de la lucha por el poder político. Hasta cierto punto, el populismo latinoamericano revela el fracaso de la democracia representativa real existente en la región y sugiere otro tipo de democracia directa o participativa.

¿URIBE EL ‘NUEVO CAUDILLO’?
Colombia tiene una de las tradiciones electorales más largas de Latinoamérica, ha sido gobernada solo por civiles y los gobiernos han hecho un uso limitado del poder, como casi todos los países de la región, tiene una justicia débil, un bajo ingreso per cápita y una pésima distribución del ingreso.
Dentro de la historia del populismo en Latinoamérica, Colombia es de los países que poco ha aportado, pues en apariencia el país no ha tenido líderes de carácter populista. Sin embargo, es posible identificar una figura dentro del caso colombiano y es a Jorge Eliécer Gaitán “el caudillo”, quien continúa siendo uno de los líderes más carismáticos que ha tenido Colombia, al nivel de haber sido comparado con Perón. Dentro de los planteamientos que manejaba, se encontraba la fuerte condena a la oligarquía Colombiana y su interés por el bienestar del pueblo,  lo que lo llevó a convertirse en una popular figura política de la época en el país. Su capacidad oratoria lo llevó a los palcos concurridos de la capital, ganándose la lealtad del pueblo. Con su muerte, se logró movilizar al pueblo colombiano de una manera decisiva.

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¿Por qué la ausencia de populismo en Colombia? derivado de un bipartidismo arraigado dentro de una cultura política bastante tradicionalista, donde históricamente los partidos tanto liberal como conservador han monopolizado el poder, bajo el control de la oligarquía del país. Bajo este contexto, el movimiento popular de Gaitán fue el resultado de una sociedad excluida, de los sectores medios de la sociedad colombiana, los cuales presionaban por participar en igualdad de condiciones. (Freidenberg, 2007:113).
El caso colombiano, nos muestra que no tuvo movimientos populistas para acceder al poder como en otros países latinoamericanos, dejando claro que ante el ascenso de las masas populares en la vida política o la amenaza de reformas radicales, el funcionamiento del sistema político bipartidista, con su mezcla de política tradicional y moderna y su legitimación electoral de corte clientelista, estuvo presente para evitar la irrupción, sin embargo, la presencia de grupos al margen de la ley surgía como una propuesta de reivindicación para los sectores que se sentían excluidos y marginados del sistema político.
Daniel Pecaut5, opina que la inexistencia del populismo se debe precisamente a la precariedad del Estado, al modelo privatizado de economía y la inserción clientelista de la población en la división creada por la subcultura bipartidista, que impidió la consolidación de una identidad nacional. Es decir, la incapacidad del sistema político colombiano para generar mayorías estables hizo difícil la búsqueda de soluciones para los profundos problemas sociales de Colombia, sobre todo la violencia rural y urbana.
Algunos rasgos de la precariedad que el Estado colombiano tiene es que no ejerce su autoridad en varias regiones del país, lo que deja el campo abierto a la deriva organizaciones como las guerrilleras, los paramilitares y otro tipo de grupos al margen de la ley. Pero la falta de autoridad estatal en esas zonas es solo un aspecto de la precariedad del Estado, que se fundamenta en su incapacidad para consolidar su influencia en la sociedad. Una incapacidad, que obedece a los intervencionismos económico y social que no encontraron en el país las condiciones suficientes para su desarrollo, la identificación con los partidos tradicionales como subculturas contradictorias y mutuamente excluyentes no daba lugar para “una imagen unificada de la Nación, ni para un Estado independiente de los partidos” (Pecaut, 2001:35).
En un contexto de sistema democrático inestable, caracterizado por un bipartidismo en proceso de deslegitimación y descomposición, la llegada en 2002 del ex presidente Álvaro Uribe Vélez, representaba un nuevo liderazgo, una nueva visión de lo que había sido hasta ese entonces la política colombiana.

Imagen tomada del www.flickr.com de Álvaro Uribe Vélez

La democracia «participativa» y la implantación de una economía de mercado, durante el gobierno de César Gaviria como parte de un modelo no solo de apertura económica, sino política también, planteaba desde la economía, una apertura comercial, libre movimiento de capitales, desmonte de las funciones socioeconómicas del Estado y un equilibrio fiscal; y en política, la intermediación entre el Estado y la sociedad civil, dentro de una democracia directa llamada a mejorar el ejercicio de la política.
Sin embargo, este proyecto al inicio no tuvo los resultados esperados, y doce años después, con la propuesta de un Estado comunitario, Álvaro Uribe Vélez desarrolló este modelo, su gran aceptación dentro de la población, representa con singularidad la reciente tendencia del populismo latinoamericano. Un modelo que se afirma, dentro de la democracia refrendaría, apoyada por los medios de información, y de la inclinación plebiscitaria de la democracia participativa y directa, que en este caso se hizo evidente con el referendo de 2003, además de esa interacción de líder-pueblo notoria a través de los consejos comunales de gobierno que el presidente encabezaba cada fin de semana.

Se ha dicho que no son neopopulismos los liderazgos políticos neoliberales, más sin embargo, el neopopulismo adopta un modelo económico que, a diferencia del populismo clásico, el Estado promueve el desarrollo e integra las masas a la política. Que gracias al liderazgo por parte de un líder carismático, lleva al país a una modernización por la vía de la industrialización olvidando la función mediadora de instituciones y partidos, teniendo relación directa con el pueblo. (F. Freidenberg, 2007:122).

Es interesante observar que aunque el populismo es policlasista, moviliza a las masas sobre un eje de confrontación pueblo-oligarquía. Es decir, con un discurso emocional, redentorista y maniqueo, la fascinación por el líder compensa las carencias de una ideología difusa y frágil. (Moscoso, 1990, 240).
Se encuentra en el régimen de gobierno, al populismo clásico, como redistributivo, hasta el nivel de comprometer la estabilidad de la economía, levanta la infraestructura del desarrollo y construye un imaginario nacionalista y democrático. Mientras que, el neopopulismo, en cambio, menosprecia las instituciones, presume de anti político y busca nuevos escenarios de participación y decisión. Dentro de esta segunda categoría de análisis se podría ubicar al ex presidente colombiano Álvaro Uribe Vélez, ya que en su mandato se encuentran algunos rasgos de neopopulismo. Aparece como un “nuevo caudillo”, con un liderazgo paternalista y personalista que desconfía de los partidos y organizaciones políticas, puesto que ponen en peligro su poder y su capacidad de mando” (Patiño, 2007:253). Es así como el país empieza un nuevo proceso político, que va transformando las iniciativas democráticas en proyectos que tienen como intencionalidad una relación más directa entre el pueblo y el presidente.
Como gobierno de opinión, el neopopulismo trabaja el caudal electoral en la crítica de las fuerzas organizadas de la sociedad, de los órganos de representación popular y de la clase política. Los partidos se ven desplazados por el liderazgo presidencial patrocinado en los medios de comunicación. A partir de lo anterior, se puede llegar afirmar que el ex presidente Uribe, tuvo un cuidadoso marketing mediático, que creó la ilusión de una relación más directa y transparente con la ciudadanía, discursos de anti corrupción y politiquería, eran la forma de generar aceptación dentro de la población.
Mientras el populismo amplía la participación del pueblo en la democracia, el neopopulismo coquetea con la dictadura plebiscitaria, o se reduce a una democracia delegataria, entendida como aquella que desmonta las instituciones o las manipula y extrema la concentración del poder.

URIBE ¿POPULISTA O NO POPULISTA? HE AHÍ LA CUESTIÓN
Si bien, el fenómeno neopopulista, tiene como medio de persuasión al discurso fuerte y como consecuencia debilitar las bases democráticas para acabar con las crisis. Si aplicamos estos principios a la realidad colombiana, encontramos que el presidente Álvaro Uribe quería mantener la cohesión de los colombianos a partir de su figura fuerte, carisma personal e imprescindibilidad.
Dentro de la política colombiana que ha estado marcada por una fuerte ausencia de populismo que ha significado uno de los principales factores explicativos del surgimiento y permanencia de la situación de violencia política y social experimentada en el país en las últimas décadas. A partir de esto, cualquier análisis sobre una experiencia populista o neopopulista en Colombia requiere tener en cuenta como antecedente la ausencia de populismo en la historia del país.
De acuerdo con lo planteado por Pécaut (2001:47-48), la realización del populismo en Colombia fue obstaculizada por tres grandes factores: 1) un alto grado de fragmentación social,  que hace referencia a las características del territorio, la coexistencia de diferentes centros urbanos de importancia y el mantenimiento de innumerables zonas sustraídas al control del Estado, 2) la división partidista transmitida de generación en generación y, por último, 3) la gestión privatizada de la economía.
Es decir, la ausencia de populismo en Colombia se encuentra fuertemente relacionada con una marcada tradición constitucional y antimilitarista que, desde el siglo XIX, hundió cualquier posibilidad de consolidación de un fuerte liderazgo unipersonal. En otras palabras, “la política, considerada como la sumatoria de prácticas locales abigarradas, mezcló diferencias e igualitarismos; conjuras, procesos electorales y guerras civiles; mucho panfleto y conversación pública y privada; todo encuadrado por el caciquismo y las lealtades de familia a la bandera roja y a la bandera azul. Localismos que hicieron naufragar a todos los hombres fuertes, comenzando Bolívar. Tradición que viene de la época colonial y de allí deriva sus notas de oligárquica, legalista y civilista”. (Galindo, 2007:155).
Es evidente que, ante el fracaso en las propuestas políticas de los tres gobiernos anteriores (Gaviria, Samper, Pastrana), los colombianos aumentaron el desinterés por la política y los políticos, quienes han sido incapaces de resolver las problemáticas que afectan al país, lo que explicaba el debilitamiento de las estructuras de representación políticas que existen en el país, agregando a esto las malas condiciones de vida, por múltiples factores económicos y de seguridad que tiene la población, toma relevancia el liderazgo de Álvaro Uribe.
Álvaro Uribe en su mandato quiso mantener la unidad de los colombianos a partir de su figura y carisma personal, porque como en el leviatán de Hobbes, la consolidación de la República puede efectuarse en torno a un jefe capaz de construir identidades y agregaciones políticas con base en vínculos de representación que se estructuran en torno a él. Es decir, el liderazgo de Uribe, se encuentra enmarcado en el principio de escenificación o representación que hace alusión al poder y la fuerza que por parte del estatista tiene sobre las decisiones que deben tomarse en el momento justo, con capacidad para interpretar las expectativas de sus seguidores, y con la convicción de señalar el camino que ha de recorrer el país.
Dado que, dentro de un contexto de “crisis” generado por el conflicto armado, la corrupción y la implementación del modelo neoliberal, para el cual Colombia no estaba preparado, la formulación de un programa político, que pretendiera la unidad nacional alrededor de uno de los temas más neurálgicos de la política interna colombiana que es la seguridad, y enfocada desde una posición democrática, que sumado con el liderazgo carismático y a la retórica contra las prácticas de clientelares de los partidos tradicionales en el país, le permitió a Álvaro Uribe, la aceptación del electorado y ubicarlo a la vez, dentro de los nuevos populismos emergentes en América Latina.
Si bien es cierto, a partir de su liderazgo personalista tuvo la capacidad de descubrir diversos instrumentos políticos y económicos para movilizar el apoyo del sector popular en medio de la crisis, a la vez que tuvo la compatibilidad con la implementación del modelo neoliberal.
A MODO DE CONCLUSIÓN…
El estilo de liderazgo político y la figura personal de Álvaro Uribe Vélez ha marcado una ruptura significativa con relación a sus antecesores y a otros importantes dirigentes políticos de Colombia, generando gran aceptación dentro de la sociedad, pues desde la campaña presidencial, fue evidente el uso de una serie de recursos mediáticos tendientes a presentar un proyecto de unidad nacional en torno a la lucha contra la guerrilla y a una resolución eficaz del conflicto armado. La idea de la recuperación de la autoridad estatal, del control a nivel interno, de generar una percepción de mayor seguridad para la población y lo más importante, que existía presidente en todo el territorio nacional, logrando capturar la atención de los seguidores quienes vieron en él, al líder que necesitaba el país, para salir de la situación de crisis en la que se encontraba sumergido en los últimos años.
A partir de lo anterior, y teniendo en cuenta las características que definen a los líderes populista, el ex presidente colombiano, se enmarcaría como un liderazgo populista teniendo en cuenta que su discurso se basó en el hecho de que conocía las necesidades de la comunidad y siempre pretendió efectivas e inmediatas soluciones.
Igualmente, es claro que el éxito de Uribe se enmarcó en una crisis de los partidos tradicionales y en un rechazo mayoritario de la población al poco cumplimiento en las promesas electorales; representando un avance en materia de cultura política moderna y una oportunidad para la superación de la crisis de representación política que aquejaba al país.
Finalmente, a Uribe se le enmarca como populista o neopopulista, dado que es evidente la  personalización de su mandato político, dentro de un contexto de “crisis”, por su interés de mantener la democracia y del modelo neoliberal de desarrollo, capaz de dar cuenta de la situación de inestabilidad política e incertidumbre que ha caracterizado la trayectoria del país en los últimos años.
En otras palabras, al juzgar el liderazgo del ex presidente colombiano, como una tendencia política de carácter “neopopulista” se corre el riesgo de desconocer las realidades que se ocultan bajo una figura carismática, con claros visos de autoritarismo, y con un heterodoxo programa de redistribución económica, que puede llevar a caer en el simplismo conceptual con el que se confunde siempre al populismo. Teniendo en cuenta la anterior consideración, es necesario para hablar de neopopulismo definir el concepto de populismo.

1. Menem, Fujimori, Salinas de Gortari, Collor de Melo, Bucaram.   “Se les denominó a estos líderes como neopopulistas, porque presentaban algunas características de los viejos liderazgos pero también porque tenían algunos rasgos nuevos. Se parecen a los populistas clásicos en el modo de apelar al pueblo, en los rituales relacionables, en el tipo de vinculo que establecían con sus seguidores y en la personalización del liderazgo, pero las políticas sociales y económicas, la base social en la que se apoyaban, el modo en que se relacionaban con las organizaciones intermediación de intereses o los partidos políticos, la manera de incorporar a los sectores que movilizaban y el tipo de modelo de desarrollo que impulsaban eran diferentes. Por tanto era parecidos pero no iguales.”  F. Freidenberg, 2007: 121.
2. “Patrón de liderazgo político personalista, una forma de movilización política vertical, una coalición de apoyo multiclasista basada en los sectores populares, una ideología ecléctica anti- establecimiento y el uso sistemático de políticas y métodos redistributivos y clientelares” L. Patiño, 2009: 178.
3. http://www.flacsoandes.org/web/imagesFTP/1233010525.1214258025_1_.pdf
4. F. Freidenberg, 2007:25.
5. D. PECAUT, 2001:20.

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