lunes, 25 de agosto de 2014

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Editorial La patria que surge por temporadas

Editorial
La patria que surge por temporadas

Por: Carolina Vélez Gómez
Docente de planta, FCIL

Hay un país ubicado en una de las esquinas terrestres más privilegiadas por su biodiversidad, multiplicidad de climas y riqueza mineral. En esa misma esquinita de la Calle Caribe con Carrera Pacífico han pasado más de 500 años de historia en la que el conflicto siempre ha sido una constante, una nación que no ha sabido reconocerse y comprender la multiplicidad de identidades que la conforman —aunque la facilidad de acceso a la información que “padecemos” actualmente nos permite ver otras naciones y darse cuenta de que no es ‘problema’ exclusivo de Colombia—.
Sin embargo, es país, lo es desde hace más de doscientos años y, a pesar de él, sobrevive y sigue adelante.
¿Cómo lo hace? Es la pregunta de tesis de doctorado que aún no se resuelve, más si se piensa en los siguientes factores: Pese a que Colombia tiene uno de los sistemas políticos más antiguos y consolidados del continente, cuenta también con la guerrilla más antigua del hemisferio en pleno proceso de paz en una isla distante, mientras que en el territorio todavía continúan los hostigamientos a civiles y los enfrentamientos con militares; el fenómeno del paramilitarismo sigue latente, solo que con denominaciones más exóticas como bandas criminales, delincuencia común u ‘oficinas’.



Tomado de El Espectador
En lo cotidiano, se observa que la cultura ciudadana se evapora fácilmente: El “todo vale”, el “a matar o morir” cobra una escalofriante validez al momento de ganar un lugar en una fila bancaria o una silla en el transporte público.
Pese al mejoramiento de la economía, aún faltan oportunidades laborales y el poder adquisitivo se va reduciendo al tiempo que aumentan las tributaciones (la más reciente, para ingresos de cerca de 38 millones de pesos en 2013, más un patrimonio por alrededor de los 120 millones); y las pruebas de calidad PISA pusieron en evidencia la ingente necesidad de mejorar nuestro sistema educativo, entre otras situaciones.
Para colmo, cuando llegan los periodos electorales como los que acaban de pasar, una mezcla de indignación y desesperanza  pasa cual aplanadora sobre todos y lleva a pensar que aquella bienvenida que habían dado al futuro fue solo un guiño a permanecer en el pasado.

Tomado de VizzorImage/Felipe Caicedo

Algunos de los anteriores argumentos son los que esgrimen quienes desean salir del país: no hay más oportunidades para ellos y, en una suerte de éxodo, parten con la intención de poder conseguir un mejor futuro. Pero para evacuar este punto pronto, falta estar por fuera para darse cuenta de que no somos los únicos con líos; es como si los problemas hubieran aprendido a aprovechar la globalización.
Sin embargo, en esa esquinita hay momentos en los que, de la nada, todos los problemas y escándalos pasan a un segundo plano para darle paso a un conjunto de emociones y sentimientos encontrados que hacen que, por unos días, el tricolor de la bandera vista cuerpos y edificios. No, no precisamente porque sea 20 de Julio o 7 de agosto.
Unos chicos, hombres y mujeres que en su mayoría no pasan de los 30 años, comenzaron a llamar la atención de la población y, lo más curioso, desde un área histórica y tradicionalmente descuidada por el Estado: el deporte.
Todo comenzó con nombres como Mariana Pajón, Catherine Ibargüen, Yuri Alvear, Rigoberto Urán, Óscar Figueroa, Jackeline Rentería, Carlos Mario Oquendo y Óscar Muñoz, que resonaron en los radios y tele transmisores colombianos al convertirse en los ocho medallistas colombianos de los Juegos Olímpicos de Londres 2012.

Tomada por Fernando Vélez / Instagram

Lo propio hizo Nairo Quintana en 2013, cuando obtuvo la malla de joven destacado y el segundo lugar en la versión 100 de la Vuelta a Francia (Tour de France). El papel de los colombianos ese año hizo intuir que el país debía prepararse para volver a estar en el sonajero del ciclismo mundial, confirmada con la victoria de Quintana en la Vuelta a Italia (Giro d’Italia) este año, seguido de cerca por Urán y Julián Arredondo. Como salió en algunos ‘memes’, todos quisimos vestir ruana rosada e ir a sembrar papas.
No está de más decir que estos nombres no conocieron la luz por generación espontánea, ni que son producto de un accidente genético que le está dando al país un rimbombante cuarto de hora en materia deportiva. Aquí se hace necesario evocar a María Isabel Urrutia, Lucho Herrera, “Cochise” Rodríguez, Víctor Mora y una generosa lista de nombres que, sobreponiéndose a sus limitaciones, también lograron que las líricas de Rafael Núñez y la música de Oreste Síndici sonaran en varios podios del mundo desde los años 70’s y 80’s.
Pero ni siquiera con todos esos logros los colombianos se sintieron tan unidos a un solo sentimiento como el pasado domingo 6 de julio, cuando cerca de 200 mil personas se congregaron en Bogotá para recibir a 23 chicos colombianos más un director técnico extranjero. El contexto estuvo claramente marcado: una derrota ante el equipo anfitrión de la Copa Mundial de Fútbol Brasil 2014, por un arbitraje muy discutido y tras un desempeño destacado en las dos primeras fases del torneo, que llevó a los medios en el planeta a hablar acerca de una selección destacada por su trabajo en equipo y su juego limpio. Como “generación de oro” llegó a ser calificado este grupo.
Tanto estos jugadores como los deportistas ya mencionados pasan a ser, por sí mismos, modelos de superación al demostrar que con honestidad, seriedad y trabajo duro se pueden alcanzar metas, siendo agradecidos con la vida. Estos son apenas algunos ejemplos de lo que el deporte, como actividad, permite construir alrededor de un grupo social; la práctica de distintas disciplinas cultiva, a su vez, valores que pueden ser aprovechados de forma positiva para generar sentimientos de identidad que hacen ver que, pese a todo, vale la pena ser colombiano.
En un país que en las últimas décadas se ha caracterizado por una desazón general, en la que no ha reinado la esperanza, donde quienes se perfilaban como promotores del futuro de la nación han sido eliminados sistemáticamente y en el que el ‘todo vale’ (legado de la “mafia” que permitió a no pocos colombianos enriquecerse en poco tiempo gracias, principalmente, al narcotráfico) se ha convertido en el valor más importante para tratar de sobrevivir, incluso mediante los modelos mediáticos que se imponen en la actualidad. Da alivio saber que aún hay ejemplos que demuestran que esta tierra puede producir hombres para hacer el bien. Porque aún quedan temas por superar, como la cocaína y la delincuencia —habría que analizar después hasta dónde existe la libertad para que en otros países inventen ‘memes’ sobre esos temas que ofendan a todo un pueblo que,  a su vez, reacciona avergonzándose a sí mismo con sus ‘creaciones’ protagonizadas por Pablo Escobar—.
Esa es la razón por la que es tan importante que comiencen a surgir nuevos héroes, al tenor de lo señalado por un docente de la Facultad, que lleven a los niños a pensar que se puede ser algo más que un narco, una chica con busto prominente o un sicario, más teniendo en cuenta que los medios de comunicación se han destacado en los últimos meses por darles ‘pantalla’ a estos ‘antivalores’, trastocando lo que es el bien y el mal, y llevándonos a desear que al malo no le pase nada y que la carga de droga llegue a su destino.
Mientras tanto, estando afuera y pese a todos los problemas, siempre se desea y se busca hacer más por el país, hacer patria que llaman, pero también se hincha el corazón de orgullo cuando, por ejemplo, se escucha cuando mencionan a la Selección Colombia como ‘Los Cafetaleros’. Otro mote bonito es el de ‘los escarabajos’, producto de representar nuestro producto insigne —que no es la cocaína, como suelen recordarlo algunos personajes del exterior—, el café, en una malla de ciclista que, desde el aire, pareciera uno de estos animalitos caminando sobre la tierra.

Por eso, contrario a quienes dicen que “lo único malo de Colombia son los colombianos”, se pensaría más bien que este país y su gente es una maravilla, solo que necesita estímulos positivos constantes para poder mantener ese amor por la patria, por la tricolor, por la camiseta… por aquel elemento que nos identifique como colombianos y motive a trabajar por el país. Tanto adentro como afuera del país, en las buenas o en las malas, con o sin regionalismos, todos tenemos una Colombia en nuestro corazón.

Artículos Pobreza oculta: un fenómeno social, económico y político

Artículos
Con bienes materiales, pero sin comida
Pobreza oculta: un fenómeno social,
económico y político
Cifras del programa de control ciudadano, Bogotá Cómo Vamos, revelan que al 2012 había en la ciudad 920.175 personas en malas condiciones económicas. Sin embargo, una realidad que trasciende los hogares puede hacer que este número sea más significativo.
Por Fernando Guasca, Óscar Carrión, María Camila Quintero y David Rocha
Cada vez que hay un periodo electoral en el país, incluso en diferentes lugares del mundo, los primeros temas que abarcan los candidatos son: la pobreza y el empleo. Allí presentan propuestas que, aseguran, bajo su gobierno hará que las cosas cambien radicalmente, habrá trabajo para todos y muchos saldrán de un pésimo estado económico.
Con el paso de los meses, luego años, gran parte de las promesas hechas se dejan en el olvido y nadie, incluida la prensa, recuerda aquellos momentos de eufórica campaña, por tanto nadie reclama por lo que se ha hecho o dejado de cumplir.
La Capital del país, la metrópoli más grande y una de las más importantes, seguramente ya superó la barrera de los ocho millones de habitantes. Es que ni siquiera hay una cifra real y reciente: según el último censo del Dane, hecho en el 2005, hay 7.776.845 y  los datos de Bogotá Cómo Vamos, de hace dos años, hablan de 7.451.231. Quiere decir esto que en siete años la población de la ciudad ha disminuido.
Lo más preocupante de esta situación es que si no hay números concisos, tampoco se puede pasar a evaluar temas a profundidad y mucho menos actuar frente a ellos. Esto es lo que ocurre con los estudios, proyectos e ideas que surgen a diario y que realizan las instituciones, adscritas o no, a los gobiernos.
La pobreza oculta es un fenómeno que se está acrecentando en diferentes lugares del mundo y, en este caso, específicamente en el Distrito.


 Fotografía tomada de Süddeutsche.de

Al mencionar ‘pobreza’, la primera relación que se toma es la de las personas que habitan en situaciones precarias, que no tienen dónde vivir, qué comer y, además, están sin empleo. Sin embargo, este tipo de necesidad se basa en aspectos diferentes.
En el país, la primera referencia para saber si una persona tiene buena calidad de vida o no es la estratificación socioeconómica, basada en la Ley 142 de 1994. Pero cuando se habla de unas carencias invisibles, el bien inmueble pasa a un segundo o tercer plano.
El trabajador social y profesor de la Corporación Universitaria Republicana de Bogotá, Diego Roldán, asegura que hay unas realidades nuevas a las que enfrentarse desde el quehacer profesional: “una de esas es la pobreza oculta que no es nueva para muchos, pero si lo es la concepción”.
Definirla e inmiscuirse en ella puede ser complicado. En un principio, quien realizó investigaciones y trató el tema fue la Iglesia Católica llamándola vergonzante, esto debido a que quienes estaban en la situación no querían darlo a conocer por el estilo de vida que llevaban.
“Se trata de familias o personas que hasta un momento dado han tenido lo suficiente para vivir cómodamente, pero por causa de quiebra económica, una enfermedad o de diferentes circunstancias, deterioran su calidad de vida y se han visto pobres”, explica el profesor Roldán.
Después de esta etapa, donde mengua el dinero, aparece, paradójicamente, lo oculto. Es decir, las personas siguen habitando sus viviendas en estratos 3, 4, 5 e incluso 6 y aunque las fachadas de la casa permanecen intactas, por dentro las carencias pueden llegar a ser absolutas, desde los servicios básicos interrumpidos, pasando por la comida y terminando con los impuestos del inmueble. Pueden tener carro, pero la falta de pago en las obligaciones tributarias y la gasolina, hacen que tampoco sea útil.
Para muchos es un tema nuevo, de ahí que sea poco tratado y atacado. Al día de hoy tan sólo se han realizado dos estudios concretos: uno en Teusaquillo (2008) que llevó a cabo la Alcaldía Local y en Usaquén (2010) desarrollado por la Universidad del Bosque. Adicionalmente, el año anterior la Secretaría Distrital de Planeación, en su boletín número 50, presentó un informe sobre la pobreza oculta en Bogotá.
Un testimonio desde las entrañas invisibles
Don Pedro Enrique Díaz Herrera tiene 58 años y vive en una casa ubicada en la localidad de Teusaquillo, zona caracterizada por tener una gran cantidad de comercio, universidades y casas de conservación que utilizan las campañas políticas cada tres o cuatro años.
Su vivienda, construida en 1936, es esquinera, tiene dos pisos y frente a ella hay dos grandes árboles, uno de ellos una majestuosa palma. Díaz accedió a contar su historia y, por supuesto, a conocer su hogar.
Quien pasa frente a esta casa jamás imagina todo lo que ha vivido su actual dueño, mucho menos si entra. El señor Díaz, a primera impresión puede parecer de mal genio pero al hablar con él, se descubre una persona totalmente seria, humilde e inteligente.
“Hace unos diez años, después de la muerte de mi mamá, que me afectó mucho, renuncié a mi trabajo porque quería hacerle el duelo a ella. Quería estar solo; pensé que rápido iba a obtener trabajo, cosa que no fue así. Me decían que estaba sobrecalificado, que tenía tantos años y muchas razones más. Pasó el tiempo y me comí los ahorros. Cuando ya me vi en necesidad, estaba grave: pesaba 59 kilos cuando debería estar en 70, pasaba hambre en mi propia casa. Le da a uno pena decirle a los hijos requiero o ayúdenme, ni siquiera a los hermanos o a la familia”, confiesa don Enrique.
Para el año 2004 en la ciudad, bajo el mandato del alcalde Luis Eduardo Garzón, se dio apertura a los comedores comunitarios, los cuales hacían parte de su programa “Bogotá sin hambre”. “Para ir a este lugar, yo me demoré aproximadamente un año. Estaba seguro que no quería asistencialismo, siempre había trabajado con el Estado, en Notarías, entre otras cosas. Sin embargo, un día me acerqué a ver qué clase de gente iba, en especial al de Teusaquillo, y me llevé una sorpresa, había amigos y amigas que también estaban comiendo allí. Entonces noté que no era el único que estaba sufriendo este mal”.
Con calma y seguridad, don Enrique asegura que el servicio social, tanto en formación y en educación, que se comenzó a prestar en ese momento de la mano de la Secretaría Distrital de Integración Social y la Veeduría Distrital, fue muy importante. “Vimos que teníamos derechos, que podíamos exigirlos pero aunados a los deberes. En mi caso, y el de algunos compañeros, comenzamos a formarnos en este aspecto para detectar qué y cómo se están robando nuestros dineros. Nuestros porque son los impuestos que pagamos todos cuando nos tomamos una gaseosa o por cualquier cosa. Hasta ahí fue la parte interesante de lo que se quiso hacer con la política alimentaria del alcalde Lucho Garzón”.
El problema no radica en las casas que habitan o las cosas que tienen, estas personas son tan comunes y corrientes como cualquier otra. Por eso, vender las propiedades o los bienes materiales no es la solución. De ahí que don Pedro Enrique reclame formación para el trabajo: “se debe aprender algo, no hacer manillas (sin desprestigiar) o cosas por el estilo, que sólo sirven para vivir debajo de un puente, sino cosas con las que realmente se pueda realizar algo a futuro, una empresa”, recalca.
Para estas personas, quienes están en las buenas desaparecen en las malas. “De esos que estuvieron ahí en momentos agradables hoy no existe ni uno. Afortunadamente la familia nunca cambió, creo que fue por los valores con los que fuimos criados. Ahora, nunca les pedí a ellos porque antes yo les daba y para uno es difícil que le den. No sé qué es lo que uno tiene, cuál es el chip dentro, que se le cae a uno algo por buscar ayuda y prefiere morirse de hambre”, puntualizó don Enrique.

El fenómeno de la pobreza oculta es algo que, con mucha razón, agudiza el problema social de la pobreza general. Resolverlo no es fácil, ni mucho menos erradicarlo. Sin embargo, hacerle un seguimiento detenido y a conciencia por parte de los integrantes de las ciencias humanas y el periodismo, de la mano del Estado, pueden servir para crear soluciones importantes a un tema que afecta todos los sectores de la sociedad moderna.

Video Puerto Rico

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Puerto Rico


Por: Richard Agudelo
Estudiante Facultad de Comunicación, Información y Lenguaje 2014


Multimedia Calentamiento global

Multimedia

Calentamiento global

Jessica Alejandra González Roncancio 
Estudiante Producción Profesional II
Facultad de Comunicación, Información y Lenguaje - 2014

Qué es el calentamiento global, sus causas y consecuencias.

Este es el video que no se permite ver en la infografía. 

Campañas Campaña del silencio

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Campaña del silencio

Por: David Marroquín

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Campaña del silencio
Por: Diego Prieto, Brayan Brayan, Alexis Eraso, Camilo Marín

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Campaña del silencio

Por: Tatiana Vega


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Campaña del silencio
Por: Wendy Parra, Alejandra Cruz, Natalia Vargas, Yumara Duque


Especiales Especial de Filminutos

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Especial de Filminutos

Estudiantes de la asignatura Producción Aplicada dictada por el profesor Edison Gómez

1. Andrés Rojas - El niño que llevamos dentro




2. Arturo Osorio - Un minuto en patineta


3. Alejandro Tovar - Copy and paste




4. Tatiana Gómez - Natural


5. Laura Vanegas - pa'respirar


6. Jair - Proyecto Nuevo


7. Fabio Tovar - Salud


8. Thomas Gómez - acid2


8. Michael Vanegas - Filminuto

Especiales Feminicidio en la prensa colombiana

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Feminicidio en la prensa colombiana

Entrevista a la Profesora Martha Guarín, realizadora de la investigación - El feminicidio en la prensa colombiana, desenlace fatal de la violencia de género, análisis crítico de discurso en los periódicos El Tiempo y El Espectador de julio a diciembre de 2013. Entrevista realizada por Laura Díaz, estudiante de la Facultad de Comunicación, Información y Lenguaje de la Institución Universitaria UNINPAHU.