miércoles, 12 de junio de 2013

Narrativas: Sin palabras

NARRATIVAS
Sin palabras
Por: Álvaro Sandoval
“Después de notar que yo estaba simultáneamente feliz y lucido, una conjunción no sólo rara sino imposible, ella también quiso sentir lo mismo”… pero, sentir no es su atributo, sin embargo y de manera paradójica es excelente expresándolo, comentándolo, diciéndolo. De repente pude ver que ella también hacía combinaciones extrañas, cómo poder expresar aquello que no siente y hacerlo sentir cuando lo dice, ¡cuán complejos somos¡

En su búsqueda del sentir, hizo gala de su mejor repertorio, buscó en los anaqueles, escrutó en sus memorias, acudió al baúl de los recuerdos, consultó  a los expertos, desentrañó su historia, buscó entre su familia, copió a los que saben, en fin exploró donde pudo, pero no encontró cómo sentir, se preguntaba dónde ubicar su sentir, cómo ser feliz y lucida como yo estaba ese día. Ni siquiera se podía sentir vacía, pero sí  sabía que algo le faltaba. 

Tantos años conmigo, tantas experiencias vividas, y no poder tener esa sensación de sentir pero su inquietud crecía cada día más, se preguntaba ¿qué es sentir?, ¿qué se siente cuando se siente? ¿Habrá algo extraño en mí? Una larga cadena de preguntas quizás sin una respuesta, durante un rato se quedó en silencio, de repente, una idea cruzó y me lanzó una pregunta, como un dardo bien encaminado “quiero que me expliques ¿qué es sentir?, pero quiero que me lo digas desde tu interior, que seas tú mismo, que sea tu propia experiencia”. Que difícil cuestionamiento, me sentí un gran ignorante, me recordó aquellas preguntas de los infantes a las cuales se les debe dar una respuesta clara y acertada, aquella que casi nunca se encuentra a mano cuando se la necesita.

Organicé mis ideas, establecí parámetros y me dispuse a salir con decoro ante este reto, pero,  me encontré con un gran problema yo sentía, percibía, todo en mi interior parecía muy claro pero cómo hacerlo emerger, aparecer en la superficie para que fuera visto por mi interrogador, para que lo entendiera y ¡oh sorpresa¡  no lo pude hacer, sentía, pero cómo decirlo, cómo evidenciar mi interior, mi sentir. Acudí a modificar mi cuerpo, gesticulé, agité mis manos, señalaba, apuntaba con mis dedos, cerraba y abría mis ojos, pero no, era inútil, era imperfecta la transmisión de la información que se me solicitaba, entré en una depresión súbita, por qué pasaba esto. Esa supuesta claridad en mi cabeza, ese sentir no podía ser manifestado por mí y descubrí que la necesitaba a ella o mejor que nos necesitábamos, que dependíamos, que nuestro ancestro vitelino nos hacía ser uno.  

Entonces, el mito cultural de la media naranja cobró vida, entendí su sentido somos nuestras medias naranjas nos complementamos; nuestra vida tiene sentido si estamos juntos.  Ella soy yo y yo soy ella. ¡Cuán complejos somos! Yo me tomo el trabajo de sentir y ella el trabajo de  comunicarlo, con ella mi sentir es compartido, es comprendido o es rechazado; conmigo ella cobra vida, se llena de sentido, es ella como ella porque está conmigo.
Mi felicidad la llena, le da color, le da significado y mi grado de lucidez la impregna. ¿Qué sería de este texto sin la palabra, sin ella y qué sería de mí, humilde escritor, sin la palabra, sin ella? Somos uno.

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