lunes, 25 de agosto de 2014

Artículos Pobreza oculta: un fenómeno social, económico y político

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Con bienes materiales, pero sin comida
Pobreza oculta: un fenómeno social,
económico y político
Cifras del programa de control ciudadano, Bogotá Cómo Vamos, revelan que al 2012 había en la ciudad 920.175 personas en malas condiciones económicas. Sin embargo, una realidad que trasciende los hogares puede hacer que este número sea más significativo.
Por Fernando Guasca, Óscar Carrión, María Camila Quintero y David Rocha
Cada vez que hay un periodo electoral en el país, incluso en diferentes lugares del mundo, los primeros temas que abarcan los candidatos son: la pobreza y el empleo. Allí presentan propuestas que, aseguran, bajo su gobierno hará que las cosas cambien radicalmente, habrá trabajo para todos y muchos saldrán de un pésimo estado económico.
Con el paso de los meses, luego años, gran parte de las promesas hechas se dejan en el olvido y nadie, incluida la prensa, recuerda aquellos momentos de eufórica campaña, por tanto nadie reclama por lo que se ha hecho o dejado de cumplir.
La Capital del país, la metrópoli más grande y una de las más importantes, seguramente ya superó la barrera de los ocho millones de habitantes. Es que ni siquiera hay una cifra real y reciente: según el último censo del Dane, hecho en el 2005, hay 7.776.845 y  los datos de Bogotá Cómo Vamos, de hace dos años, hablan de 7.451.231. Quiere decir esto que en siete años la población de la ciudad ha disminuido.
Lo más preocupante de esta situación es que si no hay números concisos, tampoco se puede pasar a evaluar temas a profundidad y mucho menos actuar frente a ellos. Esto es lo que ocurre con los estudios, proyectos e ideas que surgen a diario y que realizan las instituciones, adscritas o no, a los gobiernos.
La pobreza oculta es un fenómeno que se está acrecentando en diferentes lugares del mundo y, en este caso, específicamente en el Distrito.


 Fotografía tomada de Süddeutsche.de

Al mencionar ‘pobreza’, la primera relación que se toma es la de las personas que habitan en situaciones precarias, que no tienen dónde vivir, qué comer y, además, están sin empleo. Sin embargo, este tipo de necesidad se basa en aspectos diferentes.
En el país, la primera referencia para saber si una persona tiene buena calidad de vida o no es la estratificación socioeconómica, basada en la Ley 142 de 1994. Pero cuando se habla de unas carencias invisibles, el bien inmueble pasa a un segundo o tercer plano.
El trabajador social y profesor de la Corporación Universitaria Republicana de Bogotá, Diego Roldán, asegura que hay unas realidades nuevas a las que enfrentarse desde el quehacer profesional: “una de esas es la pobreza oculta que no es nueva para muchos, pero si lo es la concepción”.
Definirla e inmiscuirse en ella puede ser complicado. En un principio, quien realizó investigaciones y trató el tema fue la Iglesia Católica llamándola vergonzante, esto debido a que quienes estaban en la situación no querían darlo a conocer por el estilo de vida que llevaban.
“Se trata de familias o personas que hasta un momento dado han tenido lo suficiente para vivir cómodamente, pero por causa de quiebra económica, una enfermedad o de diferentes circunstancias, deterioran su calidad de vida y se han visto pobres”, explica el profesor Roldán.
Después de esta etapa, donde mengua el dinero, aparece, paradójicamente, lo oculto. Es decir, las personas siguen habitando sus viviendas en estratos 3, 4, 5 e incluso 6 y aunque las fachadas de la casa permanecen intactas, por dentro las carencias pueden llegar a ser absolutas, desde los servicios básicos interrumpidos, pasando por la comida y terminando con los impuestos del inmueble. Pueden tener carro, pero la falta de pago en las obligaciones tributarias y la gasolina, hacen que tampoco sea útil.
Para muchos es un tema nuevo, de ahí que sea poco tratado y atacado. Al día de hoy tan sólo se han realizado dos estudios concretos: uno en Teusaquillo (2008) que llevó a cabo la Alcaldía Local y en Usaquén (2010) desarrollado por la Universidad del Bosque. Adicionalmente, el año anterior la Secretaría Distrital de Planeación, en su boletín número 50, presentó un informe sobre la pobreza oculta en Bogotá.
Un testimonio desde las entrañas invisibles
Don Pedro Enrique Díaz Herrera tiene 58 años y vive en una casa ubicada en la localidad de Teusaquillo, zona caracterizada por tener una gran cantidad de comercio, universidades y casas de conservación que utilizan las campañas políticas cada tres o cuatro años.
Su vivienda, construida en 1936, es esquinera, tiene dos pisos y frente a ella hay dos grandes árboles, uno de ellos una majestuosa palma. Díaz accedió a contar su historia y, por supuesto, a conocer su hogar.
Quien pasa frente a esta casa jamás imagina todo lo que ha vivido su actual dueño, mucho menos si entra. El señor Díaz, a primera impresión puede parecer de mal genio pero al hablar con él, se descubre una persona totalmente seria, humilde e inteligente.
“Hace unos diez años, después de la muerte de mi mamá, que me afectó mucho, renuncié a mi trabajo porque quería hacerle el duelo a ella. Quería estar solo; pensé que rápido iba a obtener trabajo, cosa que no fue así. Me decían que estaba sobrecalificado, que tenía tantos años y muchas razones más. Pasó el tiempo y me comí los ahorros. Cuando ya me vi en necesidad, estaba grave: pesaba 59 kilos cuando debería estar en 70, pasaba hambre en mi propia casa. Le da a uno pena decirle a los hijos requiero o ayúdenme, ni siquiera a los hermanos o a la familia”, confiesa don Enrique.
Para el año 2004 en la ciudad, bajo el mandato del alcalde Luis Eduardo Garzón, se dio apertura a los comedores comunitarios, los cuales hacían parte de su programa “Bogotá sin hambre”. “Para ir a este lugar, yo me demoré aproximadamente un año. Estaba seguro que no quería asistencialismo, siempre había trabajado con el Estado, en Notarías, entre otras cosas. Sin embargo, un día me acerqué a ver qué clase de gente iba, en especial al de Teusaquillo, y me llevé una sorpresa, había amigos y amigas que también estaban comiendo allí. Entonces noté que no era el único que estaba sufriendo este mal”.
Con calma y seguridad, don Enrique asegura que el servicio social, tanto en formación y en educación, que se comenzó a prestar en ese momento de la mano de la Secretaría Distrital de Integración Social y la Veeduría Distrital, fue muy importante. “Vimos que teníamos derechos, que podíamos exigirlos pero aunados a los deberes. En mi caso, y el de algunos compañeros, comenzamos a formarnos en este aspecto para detectar qué y cómo se están robando nuestros dineros. Nuestros porque son los impuestos que pagamos todos cuando nos tomamos una gaseosa o por cualquier cosa. Hasta ahí fue la parte interesante de lo que se quiso hacer con la política alimentaria del alcalde Lucho Garzón”.
El problema no radica en las casas que habitan o las cosas que tienen, estas personas son tan comunes y corrientes como cualquier otra. Por eso, vender las propiedades o los bienes materiales no es la solución. De ahí que don Pedro Enrique reclame formación para el trabajo: “se debe aprender algo, no hacer manillas (sin desprestigiar) o cosas por el estilo, que sólo sirven para vivir debajo de un puente, sino cosas con las que realmente se pueda realizar algo a futuro, una empresa”, recalca.
Para estas personas, quienes están en las buenas desaparecen en las malas. “De esos que estuvieron ahí en momentos agradables hoy no existe ni uno. Afortunadamente la familia nunca cambió, creo que fue por los valores con los que fuimos criados. Ahora, nunca les pedí a ellos porque antes yo les daba y para uno es difícil que le den. No sé qué es lo que uno tiene, cuál es el chip dentro, que se le cae a uno algo por buscar ayuda y prefiere morirse de hambre”, puntualizó don Enrique.

El fenómeno de la pobreza oculta es algo que, con mucha razón, agudiza el problema social de la pobreza general. Resolverlo no es fácil, ni mucho menos erradicarlo. Sin embargo, hacerle un seguimiento detenido y a conciencia por parte de los integrantes de las ciencias humanas y el periodismo, de la mano del Estado, pueden servir para crear soluciones importantes a un tema que afecta todos los sectores de la sociedad moderna.

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